Capítulo Once

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Briella:

Apoyada en la barra del pequeño minibar que había en la segunda planta, bebía directo de una botella de Tequila. Eran pasadas las doce y aun no habían noticias de Candela. Tampoco Caleb había vuelto, pero su ausencia no me interesaba lo más mínimo. Era refrescante no tenerlo merodeando.

Sentí pasos en la escalera y corrí hasta ella.

— ¡Candela! — Exclamé aliviada —. Estaba tan preocupada porque no volvías.

La chica traía el rostro descompuesto por lo que intuí, era miedo.

— ¿Qué ocurre?

— Se... señorita — Los nervios quebraban su voz.

— Candela — Repliqué —. Dime por favor que no ocurrió nada con mi hermano.

— No, su... su hermano está bien. De hecho — Hizo una pausa —, está abajo... con el Señor Caleb.

Tuve que sostenerme del apoyo de la escalera para no caer. Estaba acabada. Malcom también.

—El Señor quiere verla. — Susurró —. Con carácter inmediato.

Comencé a bajar los escalones, maldiciendo a mi cuerpo por ser tan lento. Los nervios nuevamente me jugaban una mala pasada, con razón esta vez. Nuestros planes habían salido completamente al revés de como lo esperábamos.

No quería darle la cara a Caleb. No quería ver la furia que de seguro emanaba de sus claros ojos. De ninguna manera estaba lista para afrontar lo que se avecinaba.

Al llegar a la primera planta, escuché voces de lo que parecía ser un despacho. Reconocí la cálida voz de mi Bruce y corrí hasta la habitación.

— ¡Por favor no le hagas daño! — Irrumpí en la estancia.

Caleb y mi hermano estaban cómodamente sentados uno frente al otro. Mantenían una animada conversación. No vi rastros de armas por ningún sitio. Reparé en el rostro de mi hermano, el cual se lleno de lágrimas cuando me vio agitada.

— ¡Briella! — Se acercó a mí encuentro y me estrechó entre sus brazos. Era más alto que yo por unos centímetros, así que enterré mi cara en su pecho para esconder mis lágrimas — .¡Cuánto te extrañe!

Mis sollozos salieron altos y claros, a pesar de que intenté ocultarlos. ¡Cuánto añoré este abrazo! Rodeé mis brazos por su cintura y lo estreché más contra mi cuerpo.

— ¿Estás bien? — Preguntó apoyando su mentón sobre mí cabeza —. Por favor no llores.

Separé nuestros cuerpos y sostuve su cara entre mis manos. Repasé sus facciones con la vista y estaban en perfecto estado.

— ¿Estás tú bien? ¿Te pasó algo?

Su sonrisa tranquilizadora relajó un poco mí cuerpo. Bruce no tenía miedo, muy por el contrario, se veía alegre.

—Ela. — Usó el apodo que de niño empleaba conmigo y el pecho se me encogió —. Estoy bien. Ya Caleb me lo explicó todo.

¿Todo?

Fruncí el ceño, totalmente confundida. Aparté a mi hermano del frente y fijé la vista en el hombre que se había mantenido callado hasta el momento. Sus brazos estaban dentro de los bolsillos de su vaquero y los brillantes ojos que poseía, desnudaron mi alma, dándome a entender que me había descubierto y estaba completamente expuesta ante él.

— ¿Qué te explicó Caleb? — Interrogué volviendo a mirar a Bruce.

— Ya no tienes que fingir conmigo. — Dijo despreocupado —. Papá nos contó a Briana y a mí que durante tus vacaciones en Bali, te ofrecieron un excelente empleo en Francia, con una compañía vinícola o algo así. Pregunté el porqué de no poder hablar contigo y nos dijeron que estabas demasiado ocupada. — Rascó su cabeza —. Cuando encontré el sobre hoy en mi casillero, reí ante la ocurrente frase que dejaste escrita. ¡Siempre tan poética! Como ponía que debía ir solo a tu encuentro, supuse que querías darle una sorpresa a mamá y a papá, así que te hice caso.

Sin Retorno [Completada}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora