Briella:
Durante las horas que duró el vuelo, nada pude descansar. A pesar de que viajamos colmados de las comodidades que el jet de los Lavaux ofrecía, mi mente estaba en otro lugar, muy lejos de ese pájaro blanco hecho de metal.
Sentado frente a mí, Malcom se mantuvo espabilado, al parecer no era la única que tenía problemas para dormir. Su gesto estaba serio, inescrutable. Evidentemente lucía molesto.
— ¿Estás bien?
Mi pregunta pareció sacarlo de un leve ensimismamiento. Posó sus ojos sobre mí y frotó las palmas de sus manos, derrochando nerviosismo.
— Perfectamente. — Habló escueto.
— Ya. Pretendes que te compre esa respuesta tan mal actuada. ¿No? — Ironicé posando la vista en la transparente ventanilla que mostraba la oscuridad del cielo nocturno.
— No quiero hablar del tema, Briella.
Decidida a no entrar en disputas, acomodé mi cuerpo en el asiento, cual felino holgazán, desabroché el cinturón de seguridad y empecé a disfrutar de la comodidad del lugar. Volví a observar al hombre que me acompañaba y por primera vez pude delimitar detalladamente sus facciones.
Con la vista fija en un cuaderno que lucía lleno de apuntes, pude notar que era joven, a pesar de comportarse a veces como un abuelo cascarrabias. Cada rasgo de su rostro parecía esculpido a mano: mentón aguileño, labios carnosos sin rozar lo exuberante, pomulos marcados y una leve cicatriz apenas perceptible en uno de sus párpados, muy pegada a la ceja. Los ojos color agua marina, estaban apagados, desconcentrados.
— ¿Qué lees? — Intenté por segunda vez entablar una conversación.
— Hago el intento de estudiar un poco. — Espetó.
— ¿Estudiar qué? — Insistí.
— Te pones molesta a veces. Déjame en paz.
Su rostro desencajado me observó con enojo. Por mi parte no emití palabra. Me levanté del puesto en frente de él y caminé hacia los otros dos asientos que quedaban detrás. Con su mano atrapó mi brazo y detuvo mi andar.
— Espera.
Solté su agarre con ira, explotando de la impotencia.
— Espera una mierda. — Vociferé —. Llevo toda la jodida noche lidiando con tu indiferencia y el enojo que no se de donde salió, pero se que es conmigo.
Paró su cuerpo hasta quedar por encima de mí. Me ganaba en peso, altura y mal carácter. ¡Dios, estaba rodeada de gente malhumorada!
— Te acostaste con él. — Escupió furioso, dejándome perpleja.
Di unos pasos en reversa, alejándome unos centímetros, puesto que lo sentía muy cerca.
— ¿Qué dices?
— No te hagas la tonta, Briella. Sabes perfectamente lo que digo. Los ví. — Masculló —. Lo ví encima de ti.
La vergüenza hizo mella en mí, convirtiéndose en un descarado enojo.
— Así que de esto va tu mal genio. ¿Verdad?
— ¿Acaso no recuerdas lo que te conté sobre mí hermana? Te supliqué que no cayeses en los juegos sucios de ese criminal.
Recargué mi cuerpo contra el espaldar de uno de los asientos, haciendo acopio de mi paciencia.
— Sí hubieses visto todo, te hubieses enterado de que lo alejé de mí, apenas tuve la cobertura. Pero claro, es más fácil venir a juzgar sin argumentos que vengan a cuento. — Las palabras salieron en cascada de mi garganta —. Yo entiendo que te duela lo que sucedió con tu hermana, comprendo tu dolor por la pérdida de un ser querido y te prometí acabar con el hijo de puta que la mando a matar.
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Sin Retorno [Completada}
ActionEl pasado pesa. Es como una maleta que llevamos durante el viaje que es nuestra vida, una de la que no podemos deshacernos por mucho que el corazón no los pida. A mi me tocó cargar con un pasado que no era el mío. Por mucho que intenté escapar de...