Capítulo Dieciséis

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Briella:

Tenía que admitir, que aquella cama era maravillosa. El olor a lavanda, para aliviar el estrés, sumado a los mullidos almohadones que me rodeaban y un delicioso edredón que me cubría hasta los pies y rozaba al suelo, me hacían olvidar el dolor que tenía en el abdomen.

En unos días vendrían a retirarme los puntos de la sutura de varios centímetros que me había quedado por la operación para extraer la bala. Estaba nerviosa por eso, puesto que nunca me habían operado. Esta era mi primera vez en muchas cosas.

«Primera vez en un secuestro, por ejemplo.»

Me obligué a no pensar en mi conversación con Pierre horas atrás. Sus insinuaciones indicaban que no me quería cerca de su hijo y viceversa, pero era su culpa. Todo lo que estaba ocurriendo era su maldita culpa. Fue él, quien me presentó en su círculo íntimo como la novia de Caleb. Él nos acercó con sus acciones y ahora nos quería lejos. Este hombre estaba realmente loco.

Louise dejó corridas las oscuras cortinas azul marino, negándome la vista de la noche que se colaba por los grandes ventanales que tenía la mansión Lavaux. No tenía la menor idea de a quien le pertenecía esta habitación en donde estaba quedándome. Supuse que sería una de las tantas que habrían dentro de la gran propiedad.

Una lámpara de pie emitía una tenue luz, única que alumbraba la estancia. El cuarto estaba cubierto desde la puerta, por una gran alfombra del mismo color de las cortinas, haciendo un extraño contraste con las paredes que eran de un azul tan claro que se confundía con el blanco.

A la izquierda de la cama, estaba el gran ventanal de cristal cubierto por la cortina. También, una gran estantería de madera muy oscura, repleta de libros que moría por revisar. Cerca de la estantería, estaba la lámpara de pie y a su lado, un mullido sillón de color blanco hueso con un cojín azul marino también.

La pared a mi derecha, estaba repleta de pequeños cuadros dispersos sin un orden fijo. Las pinturas tenían colores muy parecidos a los de la habitación, dándole a esta, un acabado completamente uniforme. Aburrido y falta de vida.

Si bien me sentía agotada y adolorida mental y físicamente, había estado dormitando desde que los efectos de la anestesia se habían terminado y ahora mi sueño se había esfumado. No tenía manera de saber la hora, mi reloj de pulsera no estaba en mi muñeca, imaginé que lo retirarían antes de la operación. Lo cierto era que estaba sin sueño, sin saber cuánto faltaba para el amanecer y haciendo enormes esfuerzos por no pensar en él.

Esfuerzos que se fueron directamente a la basura cuando, con sigilo absoluto, lo vi entrar a la habitación. Esperé paciente a que entrara y cerrara la puerta detrás de él. Aún no había notado que estaba despierta, así que cuando me vio con los brazos cruzados sobre el pecho y una ceja enarcada, su sorpresa fue evidente.

—Pareces una muerta viva —espetó —. Menudo susto que me has pegado.

Su comentario me hizo reír y los músculos de mi abdomen dolieron con la contracción.

— ¡Ay! —Protesté poniendo una mano sobre la zona dolorida —. No me hagas reír, imbécil.

—No fue a propósito, lo siento. —Se acercó a mí con cara de fastidio —. ¿Te duele mucho?

—Duele como el infierno.

—Nunca has estado en el infierno —rebatió inquisitivo.

—Te equivocas —corregí —. Actualmente, estoy en el infierno.

El rostro le cambió. Lo que segundos atrás era preocupación, ahora se veía como un total desconcierto.

—Lo siento —susurró.

Sin Retorno [Completada}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora