Capitulo Veintiuno

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Briella:

La llegada a la mansión fue más tranquila de lo que imaginé. Ni Malcom ni Caleb mencionaron nada sobre mi pequeña imprudencia. Algo más que sumar a mi lista de agradecimientos, se estaba haciendo infinita.

—Entonces, ¿qué averiguaste?

Pierre fumaba de su habitual cigarro. Sentado en su sillón de jefe súper poderoso, detrás de su escritorio. Frente a él, estábamos solo el escolta y yo. Caleb estaba con su hermana.

—Sí fueron ellos —empezó Malcom —, Sandro...

—Le pregunté a ella —interrumpió Pierre señalándome.

El hombre a mi lado endureció su gesto. Recogió su fusil de francotirador del sillón frente a él y salió del despacho.

—Siéntate y cuéntame —ordenó.

Obedecí en el acto.

—Fue algo sencillo. Cuando llegué, Sandro estaba esperando por mí en el ático que usan como biblioteca. Quiso propasarse conmigo —me tensé al recordarlo —, me acorraló contra uno de los libreros y allí aproveché para suministrarle el suero en el muslo.

—Demasiados detalles —se quejó —. Ve a lo realmente importante.

Chocamos las miradas. La mía, de odio puro. La de él, de cansancio.

Estaba agotado.

—Justo como Malcom te dijo, sí fueron ellos. Sandro fue quien me disparó. Desconozco el motivo —puntualicé —, no pude sacarle más respuestas porque ya venían a buscarlo...

—Y no podían encontrarte con él —finalizó por mí.

Asentí en respuesta.

Realmente no sé qué hubiese sido de mí, si me llegan a descubrir en esa habitación con el hijo de un mafioso importante, totalmente inmovilizado.

—Los terrenos en Médoc —continué —, solo los quiere para fastidiarte. Imagino que entre ustedes haya una ardua rivalidad.

— ¿Pudiste darle el sedante para contrarrestar el suero? —cambió el tema.

—Sí.

Palmeó la superficie de su escritorio.

—Bien, ya puedes irte. Alguien te llevará hasta la casa de seguridad.

Me giré en dirección a la salida. Justo antes de agarrar el pomo de la puerta, volví a mirarlo. Continuaba en su puesto, pero esta vez, tenía la cabeza apoyada en el respaldo del sillón, con los ojos cerrados. Lucía exhausto.

Una fuerza extraña, me impulsó a acercarme al escritorio. Era algo que no pude descifrar, pero sentí la necesidad de preguntar.

— ¿Cómo está? —la voz me salió temblorosa.

Abrió los ojos para mirarme directo a los míos. Mantenía su seriedad, pero no era como en las otras ocasiones que daba miedo. En esta ocasión parecía estar abatido.

Triste.

—Estable —respondió tomándome por sorpresa.

Pensé que me mandaría a la mierda.

Jugué con los dedos de mis manos, que estaban en mi regazo. Me sentía nerviosa.

—Existe... la posibilidad... tal vez... —las palabras no me salían con coherencia.

—Están en el ático —Volvió a cerrar los ojos —. La escalera que da a esa habitación está al final del pasillo.

Con esas palabras me estaba empujando a ir a ver a su hijo. Incluso antes de saber que iba a averiguar por él.

Sin Retorno [Completada}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora