Capitulo Veintidos

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Caleb:

Sentada en el suelo de mi vestidor, Briella repasaba el contenido de su valija por segunda vez. Denotaba alegría por tener sus cosas de vuelta. Su algarabía era contagiosa.

— ¿Tu padre sabe que recuperaste mi maleta? —inquirió mientras terminaba de cerrar la colorida valija.

Sabía que haría esa pregunta.

—Sí, Pierre fue el primero en saberlo.

Cargó la maleta y yo se la quité de las manos. Pesaba mucho y no iba a permitir que la cargara ella sola hasta la casa de seguridad. Salimos de la habitación y caminamos despacio hasta el primer piso. No quería que se acabara este momento tan nuestro. Se me había hecho corto.

Bajamos hasta el sendero que conducía a su lugar de residencia. Malcom venía caminando hacia nosotros con evidente frustración.

—Buenos días —saludó observándonos con detenimiento.

—Buen día —respondió la morena.

Yo me mantuve en silencio.

—Necesito que me acompañes, Pierre quiere que hagamos unos recados —se dirigió a Briella.

— ¿Qué recados? —intervine.

Zapata dejó de observarla para dirigir su mirada a mí. Tan insolente como siempre, demoró en contestar.

—No tengo esa información. Debemos reunirnos con tu padre ahora. Por eso la estaba buscando.

Briella bajó la cabeza, evidentemente avergonzada por la situación. Se había cambiado de ropa en mi habitación, ya no llevaba el vestido de la noche anterior. Ahora estaba en jeans con una playera blanca y zapatillas deportivas del mismo color de la playera. Su cabello estaba húmedo todavía por la ducha que había tomado, así que era más que obvio que había pasado la noche conmigo.

—Ve con él. Yo llevaré la maleta.

Asintió en respuesta y se perdió por el jardín principal con Malcom, de vuelta a la mansión.

En la casa de huéspedes, fui hasta la habitación que ella estaba ocupando. Vacié el contenido de la maleta en uno de los vestidores y organicé sus pertenencias con sumo cuidado. Se suponía que esto era trabajo de ella, de alguna forma estaba violando su privacidad al tocar sus cosas personales. Pero con ella siempre mantenía esa necesidad de ayudarla, en todo. Por insignificante que fuese la tarea, algo en mi interior me decía que ayudándola restaría un poco del daño que le estaba haciendo mi padre.

Mi celular vibró dentro del bolsillo de mi pantalón. Era un mensaje.

De Sandro.

—No sé qué mierda me hicieron, pero no recuerdo nada de lo que sucedió ayer. Créeme que esto no se va a quedar así, porque sé que tu bruja fue la culpable, aún tengo su perfume en mi camisa.

—No te metas con Briella. Es una sana advertencia lo que te estoy haciendo —tecleé con rapidez.

Su respuesta no demoró en llegar.

—Tarde. Mis ganas de poseerla no hicieron más que aumentar luego de esta pequeña broma. Ella será mía o no será de nadie. Entrégala por las buenas. No me obligues a efectuar un secuestro dentro de otro. Porque sí, ya descubrí vuestro pequeño secreto.

La ira por lo que leí me hizo arrojar el teléfono contra la pared con tanta fuerza, que este se hizo añicos en frente de mis pies.

Si se atrevía a poner un solo dedo encima de ella, juro que lo iba a descuartizar, para luego meter los trozos de su cuerpo dentro de una caja. Envolverla en papel de regalo y agregarle un moño gigante, para enviárselo por correspondencia a su despreciable padre.

Sin Retorno [Completada}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora