𝐟𝐨𝐮𝐫𝐭𝐲 𝐞𝐢𝐠𝐡𝐭

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"Nombres del pasado"

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"Nombres del pasado"

El libro de tapa dorada y marrón se burlaba de Ana mientras descansaba sobre la mesa de luz y ella trataba de dormir luego de un día lleno de limpieza. La señora Weasley tuvo a los adolescentes unos cuantos días trabajando muy duro. Tardaron tres días en descontaminar el salón. Al final los únicos trastos que quedaron fueron el tapiz del árbol genealógico de la familia Black, que resistió todos sus intentos de retirarlo de la pared, y el escritorio vibrante. Moody aún no había aparecido por el cuartel general, de modo que no podían estar seguros de qué había dentro.

Había pasado una semana desde que había ido a la casa Zabini, y su cabeza aún no podía procesar del todo la noche que había pasado allí. Haber pasado de los grandes terrenos de la mansión Zabini a la apretujada casa de los Black también contribuyó a la inquietud de Ana. Le daba un poco de vergüenza admitir que esas cinco horas la habían desacostumbrado a lugares pequeños, y sí extrañaba con todo su ser la serenidad que no podía encontrar en los pasillos de la casa Black.

Y ese libro, ese libro de tapa bonita y caligrafía brillante, había estado burlándose de ella cada día, cada segundo de esa semana, porque simplemente no se podía designar a abrirlo y leer el verso. Habían varias razones de ello; la primera siendo que a Ana no le gustaba la poesía, y por ende no sabía leerla, lo que hacía que leer siquiera una línea le doliera la cabeza; en segundo lugar, leer el poema significaría más preguntas, y esas preguntas significarían respuestas fuera de su alcance a menos que Berenice Babbling volviese a contestar alguna de sus cartas pidiendo ayuda (lo que Ana temía sería más tarde que temprano); y en tercer lugar, abrir el libro podría significar que aquella voz misteriosa le volviese a hablar y aún no sabía si estaba preparada para escuchar lo que tenía que decir. No después de semanas en silencio y sueños placenteros.

Un suspiro dejó sus labios y se removió en su cama, girando su cara hacia el otro lado para no fijarla en la oscura silueta del libro. Sintió a Basil acomodarse encima de su estómago el mismo momento que un bostezo dejó sus labios.

Hermione y Ginny se habían ido a dormir hacía horas, sus suaves respiraciones eran lo único que se podía escuchar además de los ronquidos de Basil. Ginny tenía razón, su gato roncaba como un tronco y ella también; ya le había pasado que se había despertado por sus propios ronquidos. Fue una noche vergonzosa.

Iba a suspirar una vez más, cuando un susurro de las literas a su derecha la hizo abrir los ojos con sorpresa.

—¿Cuántas veces más vas a suspirar? —masculló Ginny somnolienta—. Es la quinta vez en diez minutos, Ana. ¿Qué te pasa?

—Ay, lo siento. No sabía que estabas despierta, Ginny.

—Bueno, lo estaba, pero con tus suspiros y con la pesadilla de que Harry no volvía a Hogwarts y lo mandaban a Azkaban, se me es imposible.

Hidden → Blaise ZabiniDonde viven las historias. Descúbrelo ahora