Parte 30 Había una vez ...Parte 2

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Dios estaba triste y solo

***

—¡Les estoy diciendo que no soy nadie sospecho! — Se quejó Xue Feng en voz alta frente al fiscal  — Solo estamos de pasó ¿Verdad? — Miró a su silencioso amigo a su lado esperando que lo apoyara.

—No lo conozco — Dijo Hei Zheng inexpresivamente sin mirar a Xue Feng.

Apenas ingresaron al pueblo, fueron rodeados por los guardias locales y detenidos bajo la sospecha de ser fugitivos. Desde entonces, habían pasado dos días y Xue Feng se había peleado con los carceleros varias veces generándole dolores de cabeza. Era bueno ya que no habían sido torturados ni puestos en una maloliente celda.

—¡Oye! ¿Cómo puede tratar a tú amigo? —Xue Feng sacudió la manga de Hei Zheng repetidas veces.

Hei Zheng lo observó con frialdad—¿Quién es ese? No te conozco, solo me cruce contigo de casualidad.

Xue Feng lo miró con resentimiento. 

El juez tenía dolores de cabeza solo con escucharlos. Agitó sus manos para indicarle a sus hombres que se los llevaban al calabozo de nuevo. Suspiró y tomó el decretó a su lado. Por órdenes del primer ministro, cada joven que pase por una torre de vigilancia debe ser detenido hasta que una autoridad de la corte llegue.

Debido a esta irracional orden, la gente joven que fue detenida sin justificación se ha estado quejando sin fin, y no solo eso, los habitantes estaban insatisfechos por el abuso de autoridad y cada vez era más difícil de controlar.

En las mazmorras, Xue Feng se rescató sobre el heno de forma perezosa. La luz del sol se filtraba a través de la única ventana cayendo directamente con él. Incluso en un lugar sucio como lo era la prisión, su perfil era hermoso y limpio como si no pudiera ser manchado.

Hasta que la sombra se proyectó en su cara. Xue Feng abrió sus ojos encontrándose con la cara inexpresiva  de Hei Zheng.

—¿Quién eres?

—¿Yo? Un simple viajero— Respondió Xue Feng con una sonrisa.

— Un viajero no va por ahí con ropa de seda — Señaló Hei Zheng, bajo sus ojos hacia la parte inferior del cuerpo de Xue Feng  y dijo— Tampoco llevan consigo con colgante de jade blanco.

—¿Qué piensas que soy?— Xue Feng se incorporó quedando muy cerca de Hei Zheng. A esa distancia, sus respiraciones se podían mezclar y sus ojos podía ver más allá del otro.

—Un mocoso malcriado que escapó de casa— dijo Hei Zheng retirándose. Fue hasta el extremo opuesto de la celda y se sentó.

Xue Feng soltó una carcajada — Según tu suposición soy alguien de influencia, pero no prueba nada. Puedo ser un ladrón que haya robado a una familia rica y me puse sus cosas mientras huía.

— Ese jade es una pieza única, a simple vista se nota que ha sido fabricado por un experto, además tiene un diseño poco común. Un ladrón no se interesaría en una pieza como está.

—Mnn— Xue Feng levantó  el jade y jugo con él  —¿Tan extraño se ve?

Hei Zheng no respondió, cerró sus ojos e ignoró la presencia ruidosa de Xue Feng.

Esa noche, el ruido de la puerta abriéndose despertó a Hei Zheng, pensó que eran los guardias trayendo un poco de heno para la noche fría, pero de repente, un peso extra lo aplasto contra la tierra.

—¡Ayúdame! Quieren llevarme a la sala de tortura —Como trueno, la voz de Xue Feng hizo eco al oído de Hei Zheng aturdiéndolo.

—¡Ayúdame!

El Banquete de los DiosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora