cap 11

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Hanna me miraba muy seguido, claro yo lo notaba he intentaba no prestarle atención.

—Así se resuelve la fórmula... ¿Ya lo tienes claro? —le pregunté.

—Creo que sí, jejeje.

—A ver. Resuelve esta ejercicio. —le entregué su cuaderno el cual tenía una serie de ecuaciones.

—Bien. —me miró con una sonrisa y comenzó a resolver lo que le pedí.

Hanna de vez en cuando se detenía unos segundos y luego seguía, al parecer eso era algo complejo para ella, pero sin embargo, no se rindió. Al rededor de media hora me entregó su cuaderno ya con todo listo.

—Ten... —dijo con nerviosismo. Ella tenía miedo de haberse equivocado en algo.

—Veamos —dije para empezar a corregir—. Mmm... Las últimas dos están mal. Deja te vuelvo a explicar... —dije con decepción. Creí ser lo suficientemente clara como para que Hanna lograse entender.

—Ohhhhh, ya ví. ¡Deje lo termino de resolver! —dijo ya entusiasmada ya que había entendido.

—Adelante —suspiré.

Luego de un rato me lo entregó.

—Ahora sí.

Lo tomé y corregí, y en efecto, estaba muy bien.

—Excelente, Hanna.

—¡Gracias! —dijo alegre— eres muy buena maestra.

—Gracias, supongo.

—Ay, no seas tan seca, al menos dame una sonrisa como recompensa por hacerlo bien —me dijo.

—Mmm, no, no voy a sonreír.

—Vaya, eres amargada... Una anciana prematura. —Hanna soltó una pequeña risita.

—Supongo que eso soy. —le dije para levantarme y comenzar a recoger mis cosas.

—¿Ya te piensas ir? —preguntó.

—Si, realmente mi turno termino hace dos horas —le dije—. Estoy trabajando de más y dudo mucho que me vayan a pagar las horas extras.

—Vamos, apenas son las 4:30 —me tomo de la muñeca—, no creo que vayas a morir por quedarte una hora más.

—Sheyla ha de estar esperando en casa. —miré su agarre.

—Ella sabe que no eres tonta como para dejarte secuestrar por cualquiera —me hizo volver a sentar en mi silla—. Venga, quédate otro ratito conmigo... La verdad es que no tengo nada que hacer, y estar metida en mi casa sola me da ansiedad. Solo voy a ese lugar a dormir y limpiar, ya sabes, para que no se vea feo.

Suspiré y simplemente me quedé con ella.

—¿O tienes algo más que hacer? —preguntó.

—Sí. —le dije.

—¿Cómo qué?

—Leer.

—Eso es aburriiiiidooo.

—No lo es. Leer es entretenido y te hace más inteligente.

—No lo creo.

—¿Cuantos años crees que tengo? —le pregunté.

—No sé... —se quedó pensando— te ves de mi edad, pero ya que eres maestra, debes de ser mucho mayor.

—Te equivocas, solo tengo 16.

—Bromeas, ¿Cierto?

—Para nada.

—¿Pero cómo es que eres maestra a esta edad?

Sentimientos EncontradosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora