Cap 50

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El chico tembloroso me quitó el casco y estaba a punto de librarme a mí, pero...

—Hey, a ella le dejas ahí, ¿Okay?

Él asintió y se alejo de mí.

—¿Qué?

La miré desorientada.

—¿Qué te pasa, Hanna? —preguntó Sheyla.

—Silencio, aquí la que hace las preguntas soy yo, la que tiene al control soy yo. ¿Captan? Así que si yo digo que la dejen ahí sentada y amarrada, lo hacen. ¿Comprenden?

—Hanna... ¿Qué te pasa? ¿Estás loca? —la miré buscando una respuesta.

Ella puso su dedo sobre sus labios en señal de silenció.

—Vuelvan a sentarse, no quiero ruido.

—No, vas a liberar a Mak...

Unas cuantas púas amenazaron con clavarse en los cuellos de todos así que entre quejas obedecieron.

¿Qué le pasaba a Hanna...?

Me sentí intranquila al ver sus ojos rojos llenos de sed de sangre.

—Bien, ahora, ven aquí —se dirigió al chico y él como perrito faldero fue con ella—. Dame la daga de él.

—¡No te atre...!

La mirada amenazante de Hanna azotó el poco valor que le quedaba.

—Te callas o te callo con tu sangre en el suelo.

Hanna parecía una maniática... Su tomo de voz tan dominante que me recordaba a Musashi... Y a mí misma. ¿Acaso esa era Hanna? ¿La niña dulce que me encanta? No... Esa mujer que llegó matando a todo aquél en su camino no era mi novia, era otra persona que solo con la mirada imponía miedo.

Ella ya tenía la daga en la mano, y con esa fue cortando los botones de la camisa del irlandés.

—¡¿Qué te pasa?! ¡No me quites la ropa! ¡¿Acaso no sabes quién soy?!

—La pregunta es... ¿Tú sabes quién soy yo?

Con la mirada le indicó que se terminara de quitar la camisa.

¿Qué?

—Vaya, alguien le puso la alfombra en el pecho —comentó con gracia.

Karla, Sheyla y Andrea rompieron en risa.

Hanna volteó a verlas y ellas dejaron de reír.

—Bien. Vuelvo a preguntar —dijo mientras con la daga afeitaba el pecho del tipo. Tras eso, comenzó a hacer un círculo en ese, el cual empezó a sangrar—. ¿Sabes quién soy yo?

—H-hanna... —dijo con dolor.

—Exacto. Pero, ¿Sabes quién es Hanna? ¿Sabes que papel pinta?

Él negó.

Hanna seguía con el pecho y ahora empezó a escribir algo dentro del círculo. Letras japonesas, o algo así.
Luego procedió a pasar la daga por su propia lengua y esa sangra un poco. Ella pasa su dedo pulgar bañando ese en sangre, luego lo posa en el centro del círculo. Extiende su mano completa, corre la sangre cuidando que no saliera de aquella circunferencia, luego procede a usar su dedo índice y escribir otras letras en la frente de él.

—¿Qué está haciendo...? —me susurró Sheyla.

—Ni idea —dije con el tono más bajo que pude usar.

—Sssshhhhh.

Que oídos los de Hanna...

Ahora veo que ella no usó ni una de las técnicas que le enseñé, no había ni un rastro de entrenamiento Kishimotos en sus ataques y bloqueos... Todo era muy, japonés. Sí, las artes marciales eran lo suyo y parecía una auténtica samurái.

Sentimientos EncontradosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora