Capítulo 6.

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Recuerdo que cada vez que llegaba a mi casa del colegio inmediatamente me ponía a hacer los deberes del día, y cuando los terminaba, cogía cualquier libro de mi estantería y me transportaba a mi otro mundo, donde había príncipes azules, princesas, animales que hablaban y mucha magia y aventura. Eso me ayudaba a no pensar en nada más y me hacía feliz, era mi forma de evadir los problemas. Sí, realmente los libros eran mis únicos y verdaderos amigos.

Los años fueron pasando, y yo estaba cambiando. Por fuera tenía el mismo aspecto angelical e inocente de siempre, pero por dentro mi mente se estaba volviendo calculadora, retorcida. Constantemente tenía pensamientos macabros, fantaseaba con asesinar a los compañeros de clase que peor me trataban y sonreía con gran satisfacción. Ellos actuaban ignorantes como si nada, pero si pudieran por un segundo meterse en mi cabeza podrían comprobar todas las cosas malas que les deseaba. Me llenaba de dicha poder hacerles en mi mente todo lo que jamás podría y me atrevería a hacerles en la vida real. Era un enorme consuelo para mí, sólo con eso me conformaba.

Me sentía sola, seguía teniendo amigas y no me quejaba por ello. Pero en mi interior había un extraño vacío que me hacía sentir abandonada, incompleta, desterrada. Como si no terminara de formar parte de este mundo, de esta vida.

Alma gélida y de porcelanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora