Quiero ser honesta, la primera vez que entré por las puertas del instituto estaba literalmente cagada. Ya en el colegio había oído barbaridades que ocurrían en el instituto, que los alumnos mayores hacían novatadas a los nuevos que cursaban el primer año, que los profesores eran horriblemente estrictos y serios y que los exámenes eran casi imposibles de aprobar.
Me daba miedo incluso de respirar, trataba de pasar desapercibida entre la gente y oía comentarios tipo 'ah mirad, esos deben ser los de primero, son como gnomos, miradles que pequeños', entre otras cosas y comentarios obscenos. Junto a mis amigas del colegio buscamos las listas en las que nos seleccionaban para diferentes aulas, y yo no paraba de cruzar los dedos para que me tocara con alguna de ellas, bastante tenía ya con estar en un sitio totalmente diferente y nuevo para mí como para que encima me tocara con gente a la que no había visto en mi vida. Me sentiría más segura conmigo misma si me tocaba con una de mis amigas, sólo una aunque fuera.
Había mucha gente apiñada para mirar las listas y traté de hacerme hueco para llegar a ellas pero era casi imposible, mi altura tampoco ayudaba mucho, hasta que mi mejor amiga por ese entonces trató de buscar un espacio entre tanto alboroto y aún así no alcanzó a echar un vistazo, tuvimos que esperar un breve tiempo hasta que poco a poco se empezó a despejar la zona y al fin pudimos mirar las listas tranquilamente. Ansiosa por conocer mi clase buscaba mi nombre entre diferentes apartados A, B, C y D. Sería producto de los nervios o qué sé yo, pero no me encontraba, mis amigas que ya se habían encontrado empezaron a dar grititos de alegría y dándose abrazos y sonreí, eso era muy buena señal. Aunque solo era buena señal para ellas, no para mí. Al fin mis ojos dieron con mi nombre, recorrí los diferentes nombres de mis compañeros y la mayoría eran nombres que no me sonaban de nada, sólo varios eran de mis compañeros de mi antiguo colegio pero ninguno pertenecía a mis amigas. Me había tocado en una clase con chicas desconocidas, ni una de ellas era mi amiga. Estaba sola. Lo que más temía.
ESTÁS LEYENDO
Alma gélida y de porcelana
Teen FictionLa historia que voy a contar a continuación es dura, no esperes un cuento de hadas con final feliz, no esperes a la preciosa e inocente princesa rescatada por el perfecto y guapísimo príncipe. No. Realmente toca unos temas difíciles y jodidos que la...