Capítulo 8.

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¿Acaso merecí esto? ¿realmente sigo mereciéndolo? Creo que nunca podré llegar a saberlo, pero no paro de darle vueltas.

Pasaban los días, los meses y yo iba creciendo a una velocidad alarmante, siempre me asustó crecer. Desde que era una niña a menudo solía pensar que Peter Pan vendría a buscarme para llevarme con él al país de Nunca Jamás; y así dejaría de crecer y me quedaría congelada en la misma edad, joven, que no envejecería, no cumpliría más años. Que absurdo, ¿no? Nadie iba a venir a buscarme, nadie podía evitar que creciera, nadie podía callar los demonios que poco a poco se iban adueñando de mi ser. 

Mi timidez, a medida que pasaba el tiempo se iba haciendo cada vez mayor, me costaba la propia vida entablar conversación o relacionarme con las demás personas, incluso con mi propia familia. En lugar de hablar como alguien normal yo sólo observaba, escuchaba y callaba. Todos hablaban, todos reían, todos criticaban, yo escuchaba sin emitir sonido alguno, memorizando cada gesto, cada palabra. Parecía que estaba en una especie de burbuja en la que nada ni nadie podía entrar, me hablaban y yo estaba tan absorta en mi mundo que ni siquiera prestaba atención a lo que me decían. Es por eso por lo que decían que era rara, me tomaban por una especie de loca.. ¿loca por escuchar y observar en lugar de decir barbaridades y clavarse puñales por la espalda como solían hacer ellos? Pues perdón entonces, estoy jodidamente loca. Lo estuve, tenían toda la razón.


Alma gélida y de porcelanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora