Capítulo 16.

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Por suerte empecé a entablar más relación con otras chicas que eran más o menos de mi forma de ser y fue cuando me sentí agusto con ellas, aceptada. Por lo tanto no me afectó lo más mínimo que las que consideraba mis antiguas amigas pasaran de mí, creo que incluso me sentí agradecida, como si me hubiera quitado un peso de encima, y eso se sentía bien, muy muy bien. Con ellas no me veía forzada a ser otra persona, podía ser yo. Nos reuníamos en los recreos, charlábamos, nos hacíamos bromas, comentábamos quiénes eran los chicos más guapos del instituto, nos tratábamos de ayudar unas a otras a estudiar para los exámenes o para hacer los deberes e incluso algunas tardes quedábamos para salir a dar una vuelta al parque o ir de tiendas. Me encantaba estar con esas chicas, las podía considerar mis amigas y eso me enorgullecía, ya era hora de que empezara a encontrar mi sitio. Al fin mi estancia en el instituto poco a poco iba siendo cada vez más agradable, ya no lloraba casi todas las noches, al contrario, me iba a dormir con una gigantesca sonrisa de felicidad. 

Alma gélida y de porcelanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora