24. Conejillos de indias

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Ya habían pasado tres meses desde que habían llevado a Oliver a aquel lugar, y todos los días era la misma rutina... Despertar a las seis, arreglarse, desayunar, y luego realizar una serie de pruebas de todo tipo, comían, los hacían hacer ejercicio, y luego les daban un rato libre para que jugaran, fueran a la biblioteca con la que contaba el lugar o hiciesen lo que quisiesen. Luego, a las nueve de la noche, empezaba el toque de queda y los enviaban a todos a sus habitaciones.

La primera prueba que le había tocado a Oliver fue solo un simple examen físico, uno psicológico, y otro para medir su inteligencia. Pero en los días posteriores le inyectaron varias sustancias, lo hicieron correr por horas en una caminadora mientras monitoreaban sus signos vitales, entre otras muchas pruebas que nuestro joven pelimorado no entendía para que servían.

Si se comportaban bien durante todo este tiempo de las pruebas, les daban una especie de boletos color plata con los que podían tener acceso a internet (con sus limitaciones), ir a los juegos que tenían en el patio trasero y comprar cosas deliciosas en la cafetería que tenían ahí. Además, si juntaban suficientes, podían canjearlos por un día entero sin pruebas.

Oliver era uno de los "chicos buenos", así que tenían bastantes boletos, pues aún si al inicio estaba aterrado por todo, con el tiempo comenzó a acostumbrarse, y para evitar problemas cooperaba en todas las pruebas y nunca causaba alborotos.

También le gustaba que aquí solo debían compartir cuarto con una persona más, por lo que tenía más espacio del normal e incluso les permitían decorarlo como gustaran. 

A él le había tocado compartir habitación con una chica llamada Phoebe Dagger. Era algo extravagante, y en ocasiones hacía cosas que asustaban a Oliver y lo hacían dudar de la salud mental de la niña a pesar de que él era mayor por dos años, pero aún así ambos se agradaban bastante y solían conversar unas horas después del toque de queda. Ese día no fue la excepción.

Ya llevaban una hora y media platicando sobre como había cambiado su vida luego de que se desatara la ENIAA. Phoebe le contó que ella y su hermana Mai habían crecido y estudiado en un internado, puesto que sus padres siempre estaban ocupados trabajando. Ella siempre tuvo problemas en ese lugar, puesto que tenían que usar uniformes con falda y el cabello hasta media espalda peinado en una coleta, cosa que a ella nunca le gustó. No se sentía cómoda con ese tipo de cosas, y no dudaba en externarlo, lo cual le provocaba muchos problemas, sin embargo, su hermana Mai siempre estaba con ella y la apoyaba en todo lo que pasaba, juntas eran un muy buen equipo, y tendían a causar alborotos. Era por ese motivo que las habían separado al llegar ahí, a diferencia de en Alto Rango, donde compartían habitación junto con otros rojos, aquí las habían separado en cuartos diferentes, mientras que Phoebe estaba con Oliver, Mai estaba con una pelirrosa llamada Margaret hasta el otro extremo del corredor. Oliver comentó que a él le habría encantado tener hermanos, pero su madre había muerto cuando él nació. Así, siguieron platicando... hasta que llegaron al tema de que el número de ellos había reducido bastante en esos meses, pues al comienzo eran 37 chicos de diferentes campamentos, sin embargo, ahora que ya habían pasado doce semanas solo quedaban 12...

—Esos malditos experimentos nos están matando... no vamos a aguantar mucho tampoco nosotros... Y ni siquiera entiendo qué es lo que intentan conseguir con todo esto. —Se quejó la chica.

—¿No es obvio? Intentan que tengamos más de un poder... pero descuida, no creo que disminuya el número de los que estamos actualmente... No ha habido ningún deceso en la última semana, así que creo que nuestros cuerpos ya se acostumbraron a las pruebas, por lo que probablemente no muera nadie más.

—¿Y con eso te basta?

—¿A qué te refieres?— Preguntó el muchacho con un gesto de incomprensión.

MENTES PODEROSAS (FNAFHS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora