Capítulo 12: Mentiroso de primera

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Nolam

―Sí, yo también. Vale, adiós ―me despedí de mi madre.

Una vez colgué la llamada, me quedé absorto mirando como Joel adecentaba el salón. Él había insistido en que aquella tarde no hiciera nada, que era mi día libre. Había intentado replicarle, pero me había dado por vencido, así que me propuse que otro día sería al revés.

A esas alturas me era inevitable mentirme a mí mismo sobre mis sentimientos, aunque antes tampoco lo hacía, sin embargo, había dejado que estos continuaran creciendo en mi interior, sin contribuir de ninguna manera a que parasen. Las normas me las seguía saltando continuamente, aunque desconocía las consecuencias suponía que a lo sumo podría recibir una reprimenda o un despido.

El móvil de Joel sonó y él lo sacó con una sonrisa en la cara. Me encantaba contemplar su sonrisa. De pronto, soltó una carcajada.

―Parece que María me ha cogido mucho cariño por lo que me dice su madre ―se acomodó junto a mí en el sofá y me mostró el móvil.

―Lo mismo es que aprueba al ligue de su madre ―bromeé.

―No creo que le haya dado tiempo a eso ―dijo negando―. Por cierto, me ha dicho de quedar luego en una cita no oficial, con la niña incluida pero le he dicho que ya tenía otros planes.

Si dijera que aquel comentario no había producido ningún cosquilleo en mi estómago, sería un mentiroso de primera.

―Bueno, podemos dejarlo para otro día si quieres quedar con ellas.

―¿Qué? ¡Ya habíamos hecho planes! ―protestó―. Otros fines de semana tus clientes han tenido citas no oficiales cuando ya habíamos quedado y te has ido, hoy nadie te ha avisado de que hubieran quedado... ―dijo haciendo un puchero―. Hoy lo tengo reservado.

―Pero a mí me ves tres meses, a ella solo uno y podría ser el amor de tu vida, ¿no crees?

―A ti te puedo ver más si alguien de tu clientela encuentra el amor ―añadió y yo asentí intentando no decir nada más al respecto.

―Te puedes estar perdiendo una oportunidad que...

Joel no me dejó hablar más, poniendo momentáneamente su dedo índice en mis labios. Otra vez el cosquilleo en mi estómago apareció, al contrario de otras veces, lo sentí más intenso.

―¿Qué peli quieres ver? ¿Quieres que la elijamos al azar? ―propuso y yo asentí.

―¿Cerramos los ojos y elegimos una?

Así lo hicimos, un rato después, el disco se encontraba en el reproductor mientras nos acomodábamos en el sofá con palomitas y chucherías varias.

―Por cierto, ¿cómo está tu familia?

―Muy bien ―fue mi única respuesta.

―Qué poco hablador. Yo siempre te estoy contando todo lo que hablo con la mía. Aunque tampoco quiero que me cuentes cosas que no quieras, ojo. Me refería a que no sueles decir mucho últimamente.

―¿Tú crees? ―preguntó alzando una ceja―. No me había dado cuenta. Pero tampoco es mentira, están muy bien. Están con sus trabajos, sus vidas y eso. Y eso es bueno.

―Ya, ya. ¿Les echas mucho de menos, verdad? ―preguntó mirándome a los ojos y yo no pude evitar evadirme en su mirada durante el tiempo que duró aquel contacto visual.

Asentí como respuesta, dirigiendo mi vista al mando.

―Voy a poner la peli ―afirmé.

La película que el destino nos había concedido, era la típica mala de sobremesa, la cual se había dejado uno de los anteriores inquilinos al huir de mí como si fuera un fantasma. No había reclamado ni esta ni todas las demás, aunque si hubiera tenido una dirección suya se las hubiera hecho llegar. Intenté ponerme en contacto con él, como su casero, pero nunca recibí respuesta.

―Yo creo que el marido es el asesino ―me comentó apoyando la cabeza en mi hombro mientras cogía un puñado de palomitas del cuenco que yo sostenía.

―Pues yo pienso que ella está viva y ha fingido su muerte ―expuse mi teoría.

―Muy enrevesado ―sentenció.

―Y lo otro es muy obvio.

―Lo normal en este tipo de películas.

―Lo normal también es que sea enrevesada ―rebatí.

―¿Sabes? ―preguntó retirando su cabeza de mi hombro, para mi desgracia―. Quien acierte hace esta noche la cena.

―Me parece una gran idea ―dije asintiendo con la cabeza.

―Voy a acertar, voy a acertar ―canturreó bajito cerca de mi oído, haciéndome estremecer.

Nuevamente apoyó la cabeza en mi hombro y no pude evitar sonreír en mi interior mientras un alivio me inundaba por dentro. Aunque tampoco pude evitar maldecirme porque era consciente de aquello tenía los días contados y era una relación imposible.

―Y ahora que ninguno hemos ganado, ¿qué hacemos? ―preguntó sacando el DVD cuando la película llegó a su fin―. Menudo final más surrealista. ¡La que limpiaba la casa era su hermana ilegítima! Es que no me lo creo todavía.

―Yo tampoco. ¿Quién iba a pensar que su padre había tenido una hija con otra? ¡Si parecían una pareja de esas muy unidas!

―Pero es que aun así, Nolam, ¿no es ilógico que la mate porque tuvo todo lo que ella no? En fin... ¿Hacemos la cena juntos? ―propuso tras reponerse de su indignación por el final de la película. Su propuesta me pareció la más idónea.

Tras degustar los platos que habíamos cocinado entre los dos, decidimos hacer un karaoke improvisado, terminándonos por subir encima del sofá cantando con el micrófono de un karaoke que Sonia y yo nos compramos cuando nos íbamos a casar.

Aquella noche decidí que me olvidaría de mi trabajo y de las normas que me estaba saltando para que, de vez en cuando, pudiera disfrutar días así. 

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¡Hola! ¡Ya estoy aquí con un nuevo capítulo!

Nuestros protas se han quedado en casa y han tenidos sus momentos bonitos.

Nolam cada vez puede negar menos lo evidente: está coladito por Joel. 

¿Qué os ha parecido el capítulo? ¡Espero vuestros comentarios y teorías!

¡Nos leemos en el próximo capítulo! 

P.D: en el próximo capítulo la novela dará un giro. Y hasta ahí puedo decir

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