Capítulo 31: El pasado de Rosa

34 10 0
                                    


Joel

Había conseguido que Nolam hablase con su familia, sin embargo, la conversación había sido tan escueta y vacía como la que tuvo con Sonia. Me entristecía comprobar cómo él no era consciente de lo que estaba viviendo. Lo curioso era que aquello no afectaba a nuestra relación. Conmigo reaccionaba de forma distinta, lo que hacía espeluznante el contraste. Sin embargo, evitaba sacarle el tema, porque cuando le hacía ver la realidad acababa sintiéndose mal consigo mismo. No era algo voluntario, todo era producto de aquel estúpido trabajo en el que se había metido.

―Pásalo bien, guapura―dijo despidiéndose de mí con un corto beso.

No habíamos puesto ningún nombre a nuestra relación, sin embargo, solíamos hablarnos con apelativos cariñosos.

―Lo haré. ―Yo también le besé.

Había quedado con Rosa a tomar un café. Nolam no iba porque se trataba de una quedada no oficial. Ya habíamos tenido una segunda cita por la aplicación y la chica quería quedar una última vez antes de llegar a la última. No me hacía especial ilusión, al menos porque no quería que ella se hiciera ilusiones sobre nuestra relación pese habérselo dejado claro, pero no me importaba quedar con ella siempre y cuando fuese como amigos. Ella había aceptado esa condición, así que había decidido acudir.

Nos despedimos con un nuevo beso, el cual prolongamos bastante rato.

―Si me quedo un rato más creo que dejaría plantada a la pobre Rosa ―dije separándome―. Nos vemos en unas horas.

Rocé una vez más nuestros labios y me separé rápidamente para no caer en la tentación.


Cuando llegué al parque donde había quedado con la chica, ella ya se encontraba allí esperando. En aquella ocasión se había pintado el pelo de verde y se había colocado unas lentillas de color violeta.

―¿Llevas mucho rato esperando? ―pregunté cuando la saludé con dos besos.

Aquel día había optado por unos pantalones de pitillo naranjas fosforitos, acompañados por una camiseta amarilla y una chaqueta del color del pantalón.

―¡Qué va! Acabo de llegar, ¿nos vamos?

―Vale. ¿Qué me dices si vamos a la cafetería del otro día? Lo que pedimos estaba muy...

Mis palabras se interrumpieron al ver a mi acompañante palidecer. La sonrisa que segundos atrás me había mostrado, había desaparecido en un instante. La tristeza cubría todo su rostro.

―Me...mejor a otro sitio ―titubeó cabizbaja, con la mirada fijada en el suelo.

―¿Te pasa algo?

Con lentitud elevó su rostro y su mirada se topó con la mía. Rosa me dedicó una sonrisa fingida que no supo disimular.

―No, nada, solo había pensado en ir a otro sitio ―insistió manteniendo su falsa sonrisa.

―Si no quieres no tienes porqué contarme, ¿vale?

―Pero si no hay nada que contar, de verdad... Venga, vamos a la cafetería que sea, está empezando a refrescar. ¡Cómo se nota que estamos en otoño!

Su intento de cambiar de tema no funcionó conmigo. Mucho menos cuando su voz parecía estar a punto de romperse. Cuando volví a mirarla a los ojos, pude comprobar que estos habían comenzado a aguarse.

―Bien, hay una cafetería por aquí que hacen unos batidos increíbles. ¿Qué me dices si vamos? ―le propuse.

Ella asintió y comenzó a andar a paso decidido.

Tu cupido personalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora