Capítulo 40: La disyuntiva

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Nolam

La mano de Joel dejó de ejercer presión sobre la mía mientras la tristeza que me invadía era inversamente proporcional. Creí que la soltaría tras escuchar las palabras de Baptimista pero no ocurrió. En su lugar entrelazó sus dedos con los míos, intentando infundirme el ánimo del que en aquel momento carecía. Tenía que decir la verdad pero no me atrevía. Sabía que una vez que lo soltase todo lo perdería para siempre. Al fin y al cabo le había mentido. Me hubiera gustado poder haber hablado con él a solas desde un principio. Poner las cartas sobre la mesa sin mentiras de por medio. Pero me jefa había obrado por su cuenta, satisfaciéndose así con las consecuencias de mis errores y engaños.

―¿Por qué iba a trabajar yo de cupido? No he firmado ningún contrato laboral...

Una pequeña risita salió de la dueña de la empresa para la que trabajaba.

―Eres tan inocente que me provocas repelús. Si no encuentras a tu pareja ideal en mi aplicación, pasas a ser un empleado automáticamente. No cobras igual que quienes han firmado un contrato de trabajo, evidentemente, pero ejerces de cupido.

―¿Qué?

Joel me miró con confusión, esperando una explicación que ya no podía aplazar más.

―Es verdad... ―murmuré.

―No me lo dijiste...

Mentiría si dijera que se hizo el silencio, pues se escuchaba el descarado mascar de Baptimista. Para disgustarle tanto aquel rico manjar, se había comido bastantes palomitas en el tiempo que había transcurrido.

―Lo siento... ―susurré agachando la cabeza.

―Esto se va a poner más interesante ―dijo ella haciendo desaparecer las palomitas para después aparecer en su mano izquierda un vaso grande y ancho, típico de los que se utilizan para beber cubatas, relleno de un líquido rojizo.

Observé cómo daba un corto sorbo a su bebida y después se relamía el labio inferior con la lengua.

―Esto sí que es ideal para este momento. Aunque no os preocupéis, no es alcohol, no me gusta beber en mis horas de trabajo. Es una de las poquitas tradiciones de la humanidad que apruebo.

―Me importa un pepinillo en vinagre, ¡bruja piruja! ¡Como si se trata de sangre humana!

Lo miré sobresaltado al pensar aquella posibilidad y luego miré hacia aquel extraño brebaje y a quien lo portaba.

―No os preocupéis, no es sangre. Nunca la he probado ni tengo interés.

Puso una mueca de asco antes de dar otro breve sorbo.

―Pero es algo delicioso no apto para humanos.

―Me sigue dando igual. ¿Alguna persona aquí presente me puede decir qué está pasando?

Baptimista me señaló.

―Nolam, te reclaman, que yo no soy humana.

Resoplé y miré de reojo a Joel.

―Sí, es hora de decirte la verdad y explicarte todo. No es así como hubiera querido hacerlo pero ya no hay vuelta atrás.

Por el rabillo del ojo vi como asentía con la cabeza, esperando a que prosiguiera pero sin emitir palabra alguna.

―Mi jefa lleva razón en eso de que tú deberías de haber sido cupido cuando tras tus tres citas no encontraste a tu pareja ideal en la aplicación. Fue una de esas cosas que aceptaste sin leer cuando te registraste.

Tu cupido personalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora