Joel
Entre la segunda y tercera cita con Begoña, quedamos un día a parte para charlar y hacer alguna que otra cosa sin nuestros cupidos. Aunque yo no estaba interesado ni en el aspecto romántico ni sexual, pero la chica me caía bastante bien. Además, notaba que era recíproco, así que me sentía aliviado.
―Pues en un par de días es nuestra última cita, ¿eh? ―dijo dándome con el codo mientras compartíamos un paquete de pipas.
―Pues sí, la verdad es que ha pasado un mes muy de prisa.
―Ya ves. ¿Crees que mi tercera cita, no la nuestra, sino la mía, será la definitiva? ―preguntó pensativa―. Me haría ilusión encontrar a alguien especial.
―Bueno, mi madre siempre me ha dicho que soy muy especial, sobre todo cuando de pequeño hacía alguna que otra trastada me soltaba: eres muy especial, eres único liándola en casa, hijo.
Tras mis palabras, ambos estallamos en risas.
―Y tú, ¿crees que la segunda chica con la que te toque será la definitiva?
―Ni idea, no la conozco, no podría saber algo así ―dije encogiéndome de hombros.
Estuvimos durante un rato más hablando hasta que al fin nos despedimos. Una vez en casa, la cual estaba vacía pues Nolam tenía trabajo y de forma oficial, me tiré en el sofá a ver la tele. Estaba riéndome con un absurdo programa cuando el teléfono sonó.
―¿Diga? Sí, soy su compañero. Está en el trabajo, cuando llegue le digo que os llame. Vale, gracias.
Cuando colgué, me percaté de algo: ¿la familia de Nolam no se daba cuenta de que estaba llamando al teléfono que tenía su hijo antes, cuando se iba a casar, y que era el mismo que cuando fingía estar en otra ciudad? Me hice una nota mental para preguntarle cuando viniera.
No recuerdo en qué momento fue, pero me quedé dormido. Fue la voz de mi amigo la que me despertó. Al principio noté un susurró, pero este fue elevándose a poco.
―¿Ya has vuelto? ―pregunté incorporándome y tocándome la espalda―. Definitivamente es horripilante este sofá, ¿cómo podías dormir aquí?
―Bueno, entre unos inquilinos y otros, cuando no había ninguno, sí dormía en mi cama ―me respondió con una sonrisa―. ¿Qué tal tu cita no oficial con Bego?
―Bien, charlando y eso. ¿Y tú, qué? ¿Qué tal le ha ido a tu nueva clienta la cita merendando en la pastelería esa que me dijiste?
―Bien, no va mal. Pero no es nueva, es su segunda cita. Es más, está desde unos días ante que tú. Después de ti no me ha llegado nadie nuevo.
―Oye, ¿y tu contrato cuándo se acaba? ―pregunté con curiosidad.
―Cuando alguien de mis clientes encuentre el amor.
―¿Y aún nadie lo ha encontrado?
―No. No es tan fácil, pero es interesante.
―¿Y qué pasa con el resto si alguien encuentra el amor pero aún tienes clientes?
―No pasa nada, si me quedan clientes, tengo que esperar a que acaben todas sus citas antes de finalizar mi trabajo.
―Es un trabajo raro, tío ―corroboré algo que ya llevaba diciendo tiempo―. Ojalá encuentre alguien pronto pareja y se te acabe. Así podrás encontrar otro diferente.
―Bueno, todo a su debido tiempo.
―Por cierto, tu madre ha llamado.
―Vale, luego más tarde la llamo ―asentí con una leve sonrisa.
―Oye, ¿y nos les parece raro que tengas el mismo número que cuando vivías aquí? ―me animé a preguntarle.
―No, tiene truco para que parezca que es otro número al que llaman o del que llamo.
―Eres un mentiroso de primera ―asentí y recibí una pequeña colleja.
―Oye, ¡no hagas eso! ¿No sabes que si una persona recibe un número determinado de collejas, le puede dejar secuelas importantes en su vida? Mira el caso sino de...
―Joel, hay gente tonta en este mundo y no es por collejas, además ha sido chiquita y flojita. ―Dicho esto me acarició el pelo.
―Así mejor. Pero ya sé eso, que conste, solo bromeaba. Por cierto, ¿me darás tu número?
―Pero si ya lo tienes ―me dijo sentándose a mi lado.
―No, tengo el del trabajo. Hablo de tu móvil personal.
―¿Para? Si no estoy en casa estoy en el trabajo, y si me llamas cuando estoy fuera, ¡imagina la que se puede liar si alguien ve por la calle un teléfono por el aire! Aunque ahora que lo pienso... ―comenzó a decir pero no terminó la frase.
Me acerqué un poco más e hice un puchero mientras le miraba a los ojos.
―Pero puedes estar en casa y yo fuera y querer llamarte ―me puse de rodillas en el sofá y lo rodeé con mis brazos―. Y si quieres me puedes llamar, igual que si lo haces desde el fijo.
En esa misma posición apoyé mi barbilla con su cabeza mientras proseguía en mi intento por convencerle.
―¿Si te lo doy dejarás de ser tan pesado?
―No quiero que me lo des para que no sea pesado. Me gustaría tenerlo por si alguna vez nos tenemos que comunicar y tu teléfono del trabajo sabes que....
―Está bien ―dijo apartándose un poco de mí―. Ahí tienes razón. Te daré el número por si nos tenemos que comunicar por cualquier cosa.
―¡Genial! ―exclamé arremolinándole el pelo antes de sacar mi móvil―. Por cierto, ¿cuál es el número fijo? Por si tengo que llamar a casa o mi familia.
Nolam me dio ambos. El de la casa lo apunté en un papel mientras que el número de su móvil lo añadí al mío.
―¿Por qué me has puesto ese nombre? ―preguntó entre risas―. Eres de lo que no hay...
―Es gracioso. Además, no miento, eres mi cupido personal, ¿no? Pues eso.
💘🏹💘🏹
¡Hola, hola!
¡Feliz Navidad a todo el mundo!!
Papa Noel os ha dejado un regalito en forma de capítulo. ¡Espero que os haya gustado!
Joel ha apuntado los números de la casa y el móvil de Joel, ¿cómo será el nombre con que le ha agregado? Bueno, algo ha dado a entender...
¡Ha habido pequeñita dosis de mimos en el sofá!
¡Espero vuestros comentarios! ¡Nos leemos en el próximo capítulo!
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Tu cupido personal
Novela JuvenilUna serie de absurdas desdichas unieron a Joel y Nolam. Al primero, el aburrimiento le hizo instalar una aplicación de citas para encontrar el amor, lo que provocaría en su vida un giro radical. El segundo trabajaba allí y nunca había incumplido las...