Joel
El fin de semana antes de mi segunda cita con Begoña, lo pasé en casa de mi familia. Hacía poco que me había mudado y, sin embargo, les extrañaba bastante. Me preguntaba cómo era posible estar en la situación de mi casero y no poder verles durante mucho tiempo, comunicándose tan solo por llamada y mensajes. Era triste y espeluznante, ¿cómo podía haberse acostumbrado a algo así?
Mi hermana pequeña se había pasado aquellos días abrazada a mí cual koala, y había jugado con ella durante horas las cuales a la pequeña Elena le parecieron cortas. Fue mi madre quien tuvo que obligarla el sábado a acostarse con una pequeña amenaza de castigo, ya que realmente estaba agotada y era bastante tarde, no solo para alguien de su edad.
El domingo por la tarde, antes de marcharme, fui a tomar un café con mi grupo de amigos, al menos con quienes estaban ese fin de semana en el pueblo o no se habían marchado fuera. Pasé un rato agradable recordando nuestros viejos tiempos de adolescencia. Al marcharme fue inevitable que, tanto con la familia como con los amigos, nos despidiéramos con gran efusividad, pese a que estábamos en constante comunicación.
Al llegar al edificio donde vivía, lo primero que hice fue acercarme al buzón de mi casero. Este se había encargado de llamar al portero para indicarle que yo recogería las cartas y se las haría llegar. Hasta ese momento, lo hacía Genaro y las mandaba a una dirección que mi compañero le había proporcionado, aunque era falsa y después él tenía que recoger de nuevo la correspondencia en el lugar donde había hecho que llegaran, apareciéndose con un chasquido de dedos. Bueno, quizás lo de dirección falsa sería un término inadecuado, porque en realidad era un lugar no habitable. A pesar del cambio en la recogida del correo, él seguía manteniendo esa dirección por si en su lugar de trabajo se percataban.
Aquella era mi primera vez recogiéndole el correo, y algo en su buzón me dejó confuso. Tras coger la carta y comprobar que entre ellas había dos panfletos publicitarios de supermercados, me percaté de que lo que había en el buzón también se reflejaba en la correspondencia.
Lo primero que hice nada más llegar, además de saludarle dándole un cariñoso abrazo, fue saciar mi curiosidad ante mi descubrimiento.
―Nolan, tengo algo que preguntarte ―dije mirándole fijamente con una amable sonrisa.
―¿Qué pasa?
―¿Por qué en el buzón pone tu nombre con m y en las cartas también? Porque entiendo que en el buzón pudieran confundirse, pero me paree fatal que hasta en...
Una pequeña risita se le escapó.
―Joel, no es ninguna equivocación. Mi nombre acaba en m, no en n, como llevas creyendo todo este tiempo. ¡Si hasta en el contrato estaba!
―Pensé que era un error ―me encogí de hombros―. ¡Pero ese nombre no existe!
―Oh, claro que existe. Yo me llamo así.
―Sí, bueno, ese argumento tiene su lógica... ¿Te lo pusieron así intencionadamente?
―No, fue un error al inscribirme y a mi madre le pareció curioso, así que en vez de hacer más transmites para que subsanaran mi error, decidieron registrarme así.
―Interesante... ―Sonreí―. Pues a partir de ahora te diré Nolam.
―Está bien, es mi nombre. ―En ese momento me percaté de que se encontraba con el traje de chaqueta del trabajo. Hubiera creído que al llegar tenía un chándal puesto.
―¿Te acabas de cambiar de ropa? ―Él asintió ante mi pregunta―. ¿Cita no oficial? Jo, acabo de llegar... ―dije poniendo un puchero.
―Es trabajo, pero estaré para la cena. Así que, si es que te apetece, hazla ―su voz sonaba más bien a petición―. Hasta luego ―dijo tocándome levemente el pelo antes de desaparecer.
Mientras esperaba la hora de la cena, decidí salir a dar un paseo, encontrándome por el camino a Julio, el chico de El Elipse. Como era natural, al no encontrarse trabajando, iba vestido de forma casual: unos vaqueros y una camiseta negra de manga larga.
―¡Te va a dar fresco sin ninguna chaqueta! ―exclamé a modo de saludo.
―Eres cliente, ¿verdad? ―dijo pensativo―. ¡Ah, ya! El del agua ―dijo recordándome.
―Sí, ese mismo soy.
―¿Vives por aquí? ―preguntó el chico.
―Oh, sí, vivo ahí ―dije señalando el edificio que aún se veía desde el lugar en el que nos encontrábamos.
―¡Oh! Ahí dicen que hay un fantasma. Bueno, en un piso.
Disimulé con naturalidad una carcajada que no dejé que se escapara.
―La gente inventa. ¿Sabes? Vivo justo en ese famoso piso y te aseguro que no hay fantasmas.
―A la gente le gusta mucho hablar ―se encogió de hombros―. Bueno, me marcho ―tras despedirme con la mano, se marchó continuando su camino.
Julio me parecía bastante majo, y era curioso que se hubiera acordado de un cliente sin estar dentro del trabajo, teniendo en cuenta que no era un cliente tan habitual como seguramente podrían serlo quienes vivían en la ciudad. Era una lástima no poder ir con Nolam a comer allí, seguramente, pensé en ese mismo momento, se agradarían mutuamente.
Tras terminar mi paseo que me llevó a ningún lado, y responder algún que otro mensaje instantáneo de Begoña por el camino, me di una reconfortante ducha. Al ponerme mi pijama y volver a meter lo que traía en la maleta en el armario, me dirigí al salón a ver un rato la tele hasta que viese que era la hora más cercana de preparar la cena. Aún no había regresado Nolam, así que me parecía absurdo prepararla con mayor antelación cuando su elaboración era rápida. Fue en ese momento cuando sucedió. El teléfono fijo comenzó a sonar, sobresaltándome. Silencié la tele con el mando, haciendo que la presentadora de las noticias siguiera hablando sin que yo la escuchase.
No les había dado el teléfono fijo a mi familia, era más, ni si quiera yo me sabía el número, así que, teniendo en cuenta la hora, no podía ser tampoco una llamada publicitaria. Estaba convencido de que era dirigida a mi compañero, pero descolgué igualmente.
―Sí, ¿dígame?
―¿Hola? ―Escuché una voz femenina al otro lado, la cual supuse pertenecería a una hermana o una prima, quizás. O también podía ser una amiga.
―Hola, ¿quién es?
―Oh, ¿eres el nuevo compañero de Nolam, verdad? Por un momento creí que había llamado a otro número.
―Sí, sí, soy su compañero.
―¿Le puedes decir que se ponga? ―preguntó con amabilidad.
―Oh, pues no está ahora mismo.
―Oh, su dichoso trabajo... ―murmuró la chica―. No sé en qué está trabajando pero me parece fatal que le hagan ir a trabajar un domingo a estas horas fuera de su horario... ―Suspiró.
―Ya, estoy de acuerdo contigo. ¿Quieres que le deje algún recado? ¿Quién le digo que ha llamado?
―Sí, dile que le ha llamado Sonia, su ex.
💘🏹💘🏹
¡Hola! ¡Ya estoy aquí con un nuevo capítulo!
Joel ha hecho una visitilla a su familia y amistades. ¡Y por fin se ha enterado de que su compañero no se llama Nolan, sino Nolam.
¡Y ha llamado la ex de este último!
¿Qué os ha parecido el capítulo? ¿Os ha gustado? ¡Me encantaría leer vuestras opiniones y teorías!
¡Nos leemos en el próximo capítulo!
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Tu cupido personal
أدب المراهقينUna serie de absurdas desdichas unieron a Joel y Nolam. Al primero, el aburrimiento le hizo instalar una aplicación de citas para encontrar el amor, lo que provocaría en su vida un giro radical. El segundo trabajaba allí y nunca había incumplido las...