Capítulo 2.

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Lauren

—¿Qué carajos me pasó anoche? —pregunta Dalia con la almohada encima de su rostro —siento que me voy a morir.

—A eso se le llama no saber parar de tomar cuando debes —menciono quitándole la almohada de su rostro mientras estoy a un lado de ella en la cama —dabas pena ajena tirada en ese rincón, toda inconsciente y borracha.

—No es necesario que me recuerdes eso —dice con molestia. —¿Cómo llegamos hasta aquí si no sabes manejar? —me pregunta quitándome la almohada de las manos para volverla a colocar donde estaba antes.

—Es una larga historia —recuerdo todo lo que nos costó traerla hasta mi casa —pero en resumen conseguí a un chico de nuestra edad más o menos, hablamos un rato y luego no tuve más opción que pedirle que nos trajera a casa a ambas. Él condujo por mí y nos trajo sanas y salvas —ella se quita la almohada de la cara, alzo mis dos pulgares hacia arriba y me mira con asombro.

—Me lo dices y no lo creo —se levanta bruscamente, olvidando que su cabeza se siente como si fuera a explotar —mierda, duele —se queja y no quisiera estar en su lugar —no puedo creer que le hablaras a un chico y menos para pedir ayuda.

—Ni yo —digo dándome cuenta de que eso sí que fue impresionante; no soy de socializar y para ser mi primera vez en hacerlo en una fiesta no estuvo tan mal —pero era eso o quedarnos ahí porque cierta persona —la miro con cara de pocos amigos— que se pasó de tragos olvidó que su acompañante no sabe conducir.

—Pero ve el lado positivo —se acuesta lentamente y cierra sus ojos fuertemente; debe de dolerle mucho la cabeza —hiciste tal vez a un amigo, eso es bueno, Lauren. Estás dejando tu caparazón y eso me gusta.  Debes dejar de ser una tortuga aburrida.

—No consideres que iré por ahí haciendo amigos en las fiestas a las que te acompañe —le digo antes de que se haga ideas que no son —solo le hablé porque necesitaba sacarnos de ahí y por gracia divina encontré a alguien que sirvió de mucho. De no haber sido así, créeme que estaríamos allá, tal vez tiradas en la calle, porque en esas fiestas uno no va a dormir y menos en casas que son exclusivamente para eso, para tener diversión, tomar alcohol sin control; y tener sexo sin protección, sin duda alguna.

—Podíamos haber dormido en el coche —se quejó y se encogió de hombros.

—Ni loca iba a dormir en el coche, iba a ser incómodo y mínimo hubieses vomitado todo ahí dentro —lo último es tan desagradable que siento que voy a vomitar.

—Lo sé, no debí beber de la forma en que lo hice —se disculpa y me toma de la mano —olvidemos todo y ve el lado positivo de ésto, hiciste un amigo, Lauren.

—Ni siquiera lo volveré a ver —quito su mano de la mía y ella me saca el dedo corazón.

—¿Cómo sabes que será así? —pregunta y me mira entrecerrando sus ojos —el mundo es tan grande, pero siempre se puede coincidir con quien menos se espera.

—Deja esas tonterías del destino y vístete, hay que bajar a desayunar —me levanto en dirección a la puerta, salgo y la cierro detrás de mí.

Dalia no tardó en bajar y comenzamos a desayunar. Mamá nos preparó una ensalada de frutas y jugo de naranja.

Estábamos solas. Mamá salía en las mañanas a hacer ejercicios en el parque que estaba a diez minutos de la casa y siempre antes de salir me dejaba mi desayuno listo. Amaba que hiciera eso.

—¿Cómo hizo el chico para devolverse dado que nos trajo en mi coche? —pregunta bebiendo de su jugo, luego de haber tomado asiento a mi lado.

—Me dijo que vivía cerca; luego de ayudarme a meterte a la casa y dejarte en el sofá, se fue caminando a la suya; dijo que era a varias cuadras de aquí y que se había mudado hace tres meses.

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