Capítulo 19.

28 3 0
                                    

Lauren

Solo que el disparo nunca tocó ni un solo pedazo de mi cuerpo.

Para cuando me di cuenta, Thomás estaba enfrente de mí, y su cuerpo recibió el impacto.

Mi cuerpo se paralizó y el de él cayó al suelo .

Apenas podía procesar lo que acababa de ocurrir.

Busqué su teléfono en su bolsillo y lo encendí para llamar a emergencias. No tenía patrón de desbloqueo así que fue fácil marcar los dígitos, pero antes algo llamó mi atención, habían llamadas perdidas de su madre y con eso visualice algo que me destrozó. Eran dos mensajes de ella.

Mamá:

Cariño, recibí buenas noticias, me llamaron para decirme que ya tienes un donante.

Estoy en la salida, necesito que vengas cuanto antes, quieren que te lleve al hospital para hacerte algunas pruebas.

Esto tenía que ser una broma.

Marqué los dígitos de emergencia, y cuando atendieron di la dirección y les expliqué lo ocurrido. En poco tiempo estarían aquí y Thomás iba a estar bien, debía estarlo.

Lo vi vulnerable en el suelo y me odié. Si no se hubiera atravesado, no estaría complicando su posible trasplante.

—Thomás, sigue conmigo, ya vendrá la ayuda, por favor —dije intentando no llorar.

Me agaché y me senté a su lado.

—Lauren, los dos sabemos que de aquí no saldré, por lo menos no con vida.

Dolía, me costaba respirar. Sentía que lo iba a perder y ni podía haber nada para evitarlo.

—¿Estás demente? —le grité a Lidia —muévete a buscar ayuda, imbécil.

Parecía perdida en sus pensamientos y cuando logró salir de su trance echó a correr y se perdió en el pasillo que la llevaría a donde estaban los demás.

—Iré por ayuda —avisó Dalia.

Asentí con la cabeza y la vi perderse por donde también se había ido Lidia.

—Lauren —Thomás apenas podía hablar, me agarró de la mano y depositó un cálido beso en esta. —No creo que nadie te lo haya dicho nunca, pero eres jodidamente preciosa.

Sonreí con tristeza ante su comentario. Iba a responder, pero alguien venía corriendo en nuestra dirección.

Era la madre de Thomás, sus ojos estaban húmedos, y había cierto temblor en sus manos.

Detrás de ella, venían los paramédicos.

Quise quedarme con ellos, pero olvidé que ver sangre me afecta y todo se volvió negro para mí.

__________________♡____________________

La luz de una linterna alumbrando uno de mis ojos me cegó por un instante; era un doctor de aproximadamente 35 años, calvo, de piel morena y de estatura baja.

—¿Te sientes bien? —cuestionó haciendo lo mismo con mi otro ojo.

—Solo siento náuseas, del resto me siento bien —contesté.

—Te quedarás otro rato en observación —indicó guardando su linterna en el bolsillo de su bata blanca.

Al salir de la habitación en la que me encontraba acostada, la madre de Thomás entró.

SerendipiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora