Capítulo 16.

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Lauren

Otro día más en el que debía soportar a mis compañeros, sobre todo a la pesada de Lidia.

Todos hablaban y el ruido era fastidioso. Agradecía traer conmigo siempre mis auriculares, los cuales no dudé en sacar de mi bolso y usarlos para ignorar todo el ruido que hacían los demás.

La clase de educación física había terminado, pero todos esperábamos en las gradas las calificaciones para poder irnos a casa, mientras el profesor estaba en la dirección porque el director lo había mandado a buscar para algo urgente.

Coloqué mis auriculares en mis oídos y las canciones de Susana Cala reemplazaron los murmullos de mis compañeros. Amaba su voz, es tan delicada y te transmite tanto.

Dejé de prestarle atención a la letra que se escuchaba y recordé el beso que le di a Thomás.

Hay gente atrevida, pero yo me paso.

Y también lo de su enfermedad. No imagino cuánto le pudo afectar saber eso a su familia. Y caí en cuenta que él, después de todo, se muestra como alguien que no tiene complicaciones en su vida. Nadie pensaría que lo pasa fatal en su interior.

Y yo que tantas veces fui grosera con él, más tonta imposible.

Y recordé que ayer no le pedí disculpas por lo del picnic. No sé dónde tenía la cabeza.

Luego de reproducir un par de canciones más, noté que mi celular no tenía suficiente batería y tuve que quitar el reproductor de música y cuando iba a descolgar mis auriculares lo oí.

—¿Ya vieron cuánto es el peso de Harrison? —cuestionó una voz varonil y junto a esta escuchaban algunas burlas de mis compañeros —creo que pesa más un saco de harina que ella.

Escucharlos reír sobre algo ajeno dolía. Sabía perfectamente quién era el dueño de ese comentario, por lo que no me sorprendió saber cómo supo ese dato innecesario sobre mí.

—Debe tener algún problema para no poder subir de peso o realmente está obsesionada con ser delgada —comentó alguien que a decir verdad no supe de quién se trataba.

—No, no es eso -aclaró la persona que había iniciado el tema en el que yo era la protagonista —ya lo investigué y Lauren es anoréxica.

Y fue todo lo que hizo que la rabia, que no sabía que estaba conteniendo, me impulsara a hacer lo que no me arrepiento de haber hecho, defender a esa Lauren que ya bastante humillación había tenido.

—Entonces soy anoréxica -me giré para enfrentar de una vez por todas al causante de mi molestia. —Qué mal investigador eres, ahora entiendo la razón por la que no tienes buenas calificaciones en las investigaciones que nos envían. —El rostro de Carlos, un chico de cabello rojizo, piel blanca y un cuerpo de deportista, se tornó a uno pálido y tragó grueso cuando cayó en cuenta que escuché todo lo que hablaban de mí.

Todos me miraban con asombro y créanme que mi yo interno estaba igual de espectadora ante esta Julie que no se iba a dejar pisotear de nadie.

Adiós al corderito manso que Lauren siempre había sido, y bienvenido al lobo feroz que Julie lleva en la sangre.

—Más anoréxica será tu abuela, imbécil —grité furiosa.

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