Lauren
Transcurrieron varios días. Los viernes eran los días que más amaba.
Y hoy, justamente lo era, decidí darle un recorrido a Decker por todo el instituto, ya que hasta ahora nadie había querido hacerlo.
Luego de que las dos clases que tuvimos durante la mañana terminaran, le pedí que fuera conmigo para darle el dichoso recorrido.
—Aquí es la biblioteca —le indiqué al detenernos en una puerta gigante con un letrero pegado en ella que anunciaba que al entrar debe hacerse completo silencio. Era nuestra última parada.
—Bien, creo que hasta ahora ya conozco todo el instituto —celebró él, mostrando una sonrisa en su rostro.
—De hecho, no —ahí iba yo, a decir algo sin importancia.
—¿Ah, no? —indagó él, frunció el ceño y se cruzó de brazos.
—Hay un lugar detrás de las gradas —confesé y me arrepentí al instante.
—¿Me llevarás? —preguntó y se notaba la gran curiosidad que tenía.
—Algún día —le respondí mientras me disponía a caminar a la cafetería.
—¿Cuándo? —volvió a preguntar y detuve mis pasos.
—Vayamos hoy, hace tiempo no lo visito —propuse y ambos nos fuimos directo a las gradas.
Nos alejamos lo suficiente y nos faltaba poco para llegar al único lugar que no le había enseñado.
—Soy la única persona que conoce este lugar, creo; lo importante es que más nadie puede saberlo; es demasiado calmado y solitario como para que algunos estudiantes vengan aquí a hacer sabrá Dios qué —le advertí cuando llegamos.
—¿Qué vienes a hacer aquí? —este chico hacía muchas preguntas, más que yo cuando me invitan a ver películas y quiero saber que va a pasar cada cinco minutos.
—A contar caracoles —hablé con sarcasmo.
—¿De verdad? —yo era caída de la mata, pero él me estaba robando ese papel.
—Claro que no, tonto.
—¿Entonces? —preguntó juntando sus manos.
—Vengo a pensar, aquí puedo escribir y soltar todo lo que no hablo con nadie más.
—Es un buen lugar por lo que veo.
—Lo es, aquí se me han ocurrido los mejores escritos de mi libro.
—¡Venga! ¿Así que tienes un libro?
—Un intento, tío.
—¿Vas a copiarme el español? —me preguntó formando una sonrisa.
—Que sí, chaval.
Ambos nos reímos porque éramos pésimos imitando el español.
—Volviendo al tema, algún día debo leerme algo de ese libro.
—Si es que alguna vez llego a terminarlo, Decker.
—¿Dé qué va? —él definitivamente hacía muchas preguntas.
Le conté las ideas vagas que tenía sobre ese libro y pareció encantado.
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Las siguientes clases de la tarde pasaron y en cada una no entendí nada o mejor dicho me disocie en la mayoría de ellas.
Estábamos por irnos del salón, cuando alguien me habló haciendo que diera un respingo.
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Serendipia
Teen FictionÉl, deseaba con fervor un milagro, algo que le devolviera esa felicidad que una enfermedad le arrebató. Veía los días pasar sin realmente sentir emoción, procesaba que la muerte en cualquier momento le haría una visita inesperada y le diría que Game...