Capítulo 13.

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Lauren

Estaba por salir de mi casa, bajé las escaleras a toda prisa y tomé mis llaves. Iba de nuevo al parque del otro día, quería ver si esta vez lograba escribir algo bueno para un capítulo.

Los sábados eran mis días favoritos, mamá no salía y se quedaba a cargo de la casa. Yo había culminado mis deberes desde temprano y lo que menos quería era encontrarme a mis hermanos, con suerte me arruinaban el dia.

Al abrir la puerta para salir, alguien se disponía a tocar esta y era Thomás.

Mi corazón se aceleró y sentí que mis mejillas estaban calentándose.

—¿Venías a qué? —cuestiono cerrando la puerta detrás de mí.

Él toma distancia y carraspea un poco.

—No me debes ningún favor, pero me veo en la necesidad de que ahora seas tú la que me ayude —observé que traía una bolsa en su mano izquierda y en lo nervioso que se encontraba.

—¿Qué necesitas? —le pregunto, no puedo negarme, no después de que me ayudó muchísimo en la fiesta donde lo conocí y en algunas ocasiones cuando estaba en manos de Lidia.

—Tengo que ir a un laboratorio que no está tan lejos —me informa —y no quiero ir solo, le pedí el favor a Brandon, pero no puede y pensé en que podrías ir conmigo.


—¿Debes hacerte algún examen, o buscarás los resultados o algo en particular? —no perdía la costumbre de siempre ir formulando muchas preguntas al mismo tiempo.

—Debo realizarme una serie de exámenes, pero todo está bien —me explica —es que me dan miedo las inyecciones —confiesa con timidez.

Comenzamos a caminar y no pude evitar hablar.

—Ya decía yo que detrás de ese Thomás valiente, se escondía un niño llorón —solté eso sin reflexionar y eso hace que mis mejillas vuelvan a sentirse calientes. Debo dejar de reflexionar en voz alta.

—Desde pequeño, quedé traumado —empieza a contarme y hace una pausa —yo estaba hospitalizado y me colocaron una vía endovenosa por donde pasaría el antibiótico que me ayudaría a combatir una infección, una que obtuve por un pequeño corte que me hice en la mano, el causante y mi enemigo desde entonces, el cuchillo de acero, la enfermera que me atendió colocó mal la vía y mi pobre brazo de espagueti se hinchó haciendo que me doliera, creí que se me iba a reventar de la presión que sentía.

—Eso debió de doler muchísimo -arrugo mi rostro y me imagino lo que debió sentirse estar en esa situación.

—Como no tienes idea, Lauren. Y a ti, ¿no te dan miedo las inyecciones? —preguntó miransome algo curioso.

—Para nada, suelo tener nervios, pero son algo pasajeros —contesté restándole importancia.



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Ya en el laboratorio, nos atendieron y nos hicieron pasar a un cuarto en el cual tenían las inyecciones, alcohol y todo lo que usaban para tomarte una muestra de sangre.

—Bien, Thomás —habló la enfermera que le tomaría la muestra de sangre —toma asiento y relájate, será un pinchazo pequeño y ya está.

Él tomó asiento en una silla que había, en el lugar hacía demasiado frío. Me acerqué un poco más a él, lo mejor en estos casos es darle confianza y seguridad a esa persona, más que todo para que dejara pasar un poco el miedo a la aguja, agarré su mano y él volteó hasta quedar con su rostro pegado a mi pecho. Acaricié su cabello y eso lo relajó, cuando la enfermera le dijo que ya había terminado él no se movió.

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