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Cuando llegamos al coche, no me abrió la puerta como de costumbre, simplemente se dirigió a su asiento y abrió su puerta sin tan siquiera mirarme. Abrí la puerta molesta y entré en el coche y esperé a que saliéramos del aparcamiento.

- ¿Qué cojones te pasa? – pregunté, la verdad es esta situación me molesta, y no me apetecía hacer como que no estoy molesta.

Como para no molestarte.

- ¿Qué? – ya empezamos otra vez. Creo que esto es lo que más me molesta con diferencia de Lucas. Se hace el tonto, como si no supiera que ha hecho mal, como si no supieras de lo que le estás hablando. Y eso me revienta.

- No te hagas el tonto.

No se lo hace, es que lo és.

No es el momento.

- Es que no sé de qué me hablas – Es que eres más gilipollas... madre mía. Eso me lo callo, claro.

- ¿Por qué no les has dicho que soy tu novia, y cuando yo iba a hacerlo tú vas y me interrumpes? ¿Es que te da vergüenza ser mi novio? – dije ya cansada de que hiciera como que no lo sabía. Quiero llegar al punto y no darle más vueltas a algo que no es lo que más me molesta ahora.

- No, y lo sabes, eres una dramática Ana – dijo poniendo los ojos en blanco, lo que me enfureció aún más. Eso también lo hace mucho, lo de llamarme dramática y esas cosas. Resoplé y me apoyé en su asiento acomodándome en el mío.

- Vale, pues queda con ellos y se lo dices, estando yo delante.

- Claro amor, y así veras que no lo he hecho queriendo – que pasara de estar a la defensiva poniéndome los ojos en blanco y estar negándolo todo a actuar ahora tan calmado me extrañó. Pero no sacaré conclusiones antes de tiempo. Esperaré a quedar de nuevo con sus amigos para sacar conclusiones. Aunque ya las he sacado, a ver si cambian. Yo qué sé.

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A la mañana siguiente me desperté y me preparé para ir a la universidad, salí por la puerta y me subí en mi coche, hacía unos dos meses que había conseguido el carnet de conducir, la universidad a la que voy está a unos 15 minutos en coche. Me puse algo de música para despejarme mientras conducía.

A primera hora tengo literatura. Entré en el aula y me senté donde siempre suelo sentarme. Por el medio. Espero a que llegue el profesor mientras saco los apuntes y los pongo sobre la mesa. Me senté, el profesor todavía no ha llegado. Saqué el móvil y hablé con Clara hasta que alguien me llamó. A Clara ya la conoceréis un poco después.

- Ey Ana – parecía mucho más sociable que cuando lo conocí. Va con la cabeza alta, y cuando lo conocí iba con la cabeza baja durante todo el tiempo que estuve allí, menos en alguna ocasión. Avanzó hacia mi asiento y se sentó.

- Hola.

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- Y acordaros de tener los ejercicios para mañana – los alumnos ya estaban saliendo por la puerta, pero yo todavía estaba recogiendo mis cosas.

- ¿Tienes clase ahora? – me preguntó Alex levantándose del asiento con una sonrisa divertida.

- No, ahora iba a ir a la cafetería o algo... no sé.

- Te acompaño – salimos de clase y andamos por los pasillos -, ¿Qué ha pasado con Lucas?

- Dice que era mentira, y que cuando quedaran se lo diría en frente de mí, a ti y a los hermanos– dije recordando aquel momento. Sigo sin acordarme de su nombre, se que los dos empiezan por "M" pero no me pidas más. Estoy frustrada, bastante frustrada, no me gusta que me traten así, de esa manera, como si tuviera vergüenza, vamos, solo le falta decirme que me esconda de ellos y quiero dejarle claro a Lucas cuanto antes que así no me puede tratar.

Ya era hora...

Ya lo sé.

Alex soltó una pequeña carcajada.

- ¿Qué? – le pregunté.

- No, nada.

- ¿Y tú que haces aquí? – nunca le había visto aquí, me sorprende, porque no puedes pasar desapercibido lo guapo que es.

- Estudio aquí.

- Creía que ibas a la universidad con Lucas... entonces ¿cómo os conocisteis?

- Soy el vecino de Mateo y Marcos... - dijo fingiendo una gran alegría, que obviamente es falsa. Desde que lo conocí, me rondaba una pregunta por la mente. No venia al cuento, pero bueno.

- ¿Porque no te gusta que te llamen Alex?

- Tú me llamas Alex. - dijo sonriendo con burla y con un semblante gracioso.

- Ya, pero cuando nos conocimos – me cortó y respondió a mi pregunta. Definitivamente a este chico le encanta cortarme en medio de la frase.

- No me gusta que la gente se tome la libertad de llamarme Alex, soy Alejandro, y yo decido quien puede llamarme Alex y quien no – eso me hizo sonreír, no pude evitar esa sensación en el estómago.

- ¿Y por qué yo?

- No sé, todo el mundo me llama Alex, aunque saben que prefiero Alejandro, y tú en cuanto lo supiste me llamaste Alejandro desde el principio. Y no solo por eso claro, también me pareciste una chica especial – Me hizo gracia y le sonreí.

Almorzamos juntos, la única clase que compartíamos era la de literatura, por lo que no lo vi más hasta acabar las clases.

Salí de mi última clase y me dirigí a mi coche, alguien me llamó, me giré y Alex estaba allí.

- ¿Me llevas? No quiero ir en bus.

- ¿Cómo sabes que este es mi coche? ¡Eres un acosador! ¡Aléjate, voy a llamar a la policía! – no podía aguantar la risa, él me miró con el ceño fruncido divertido.

- Me has pillado – dijo levantando los brazos en señal de rendición.

- Vale... ¿Dónde te llevo? – dije abriendo la puerta del coche y sentándome. Él, instantáneamente, abrió el asiento del copiloto y se sentó en él. Me percaté de que en su mochila tenía varias chapas de un equipo de por aquí cerca. A veces, cuando volvía de la universidad, paso por un polideportivo donde hay gente jugando a diferentes deportes. Me dijo que me iría indicando sobre la marcha.

- ¿Practicas algún deporte? – pregunté mientras alargaba la mano hacia el volante e introducía la llave.

- Si, baloncesto...

- Ah.

- ¿Y tú? – noté como sus magnéticos ojos verdes se clavaban en mí, pero lo ignoré y me limité a responder a aquel pelinegro que estaba sentado a mi lado. Alex tiene el pelo negro, rizado y desordenado, unos hoyuelos y unas pecas que te hacen babear, y su sonrisa es preciosa. Debería sonreír más.

- Yo no practico ningún deporte.

La conversación a partir de ahí, no fue muy interesante, de hecho, fue nula, él se limitó a asentir e indicarme los cruces o salidas que tenía que tomar.

- Aquí es – dijo, paré el coche en la puerta de una casa, no muy grande y con un pequeño jardín.

- Te veo mañana – Alex abrió la puerta del coche y se dirigió hacia la puerta de la casa despidiéndose con la mano.

- Aja.

Mi querido accidente (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora