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- ¡No! ¡Para! – dije entre carcajadas, Lucas vaciló un instante y dedicándome una mirada pícara continuó haciéndome cosquillas. Conseguí aguantar un poco las ganas de reír para, así, poder colocarme y hacerle cosquillas a él. En cuanto mi mano rozó su piel comenzó a reír. Lucas tiene cosquillas prácticamente por todo el cuerpo y en cuanto comienzas a hacérselas se afloja de tal manera que es indefenso. Me parece tan graciosa su manera de reír...

- Vale, está bien – dijo entre carcajadas cuando ya notaba la falta de aire, dejé de hacerle cosquillas con una sonrisa victoriosa –. Ven aquí – dijo abriendo sus brazos, yo me abalance sobre él y nos fundimos en un fuerte abrazo – Te quiero – me susurró al oído.

- Yo también.

Me siento segura abrazada a Lucas, a veces puede que demasiado. A veces me agobia tanta seguridad.

- Tengo que irme... He quedado con los de la uni.

Hice pucheros, no quiero que se vaya, y lo abracé más fuerte. Lucas comenzó a reír y haciendo trampas, ya que utilizó cosquillas. Le solté.

- ¿Puedo ir contigo? – nunca me deja ir con él a conocer a sus amigos. Ya pregunto casi por inercia.

- Vale – accedió, me sorprendió mucho. Pero mucho, intenté disimularlo con una sonrisa de oreja a oreja.

Se levantó de la cama de un salto y se peinó con los dedos su hermoso pelo rubio rizado mirándose al espejo. Salimos de la habitación, mejor dicho, la gran habitación. La habitación de Lucas es muy grande, enorme, al igual que toda la casa. La familia de Lucas es una familia bastante adinerada. Bajamos las grandes escaleras transparentes. Le miro y sonrío. Lucas es el chico que siempre he querido tener, tengo mucha suerte ¿no?, desde los cinco años he querido a un chico rubio de ojos azules, que me trate como su princesa y ahora estaba a mi lado, abrazándome y besándome. Un poco básico querer a un príncipe y esas cosas, pero desde pequeña siempre me hizo ilusión. Aunque a veces no es tan perfecto, pero eso es normal, todo el mundo tiene sus defectos. A veces me agobio, me agobia tanto príncipe. Pero siempre ha sido mi sueño.

- Vamos – dijo y me abrió la puerta de su coche blanco. Lucas tiene 19 años, y su madre insistió en que se sacara el carnet de conducir lo antes posible. María, la madre de Lucas. Según la sociedad, la típica madre perfecta. No me malinterpretéis, me cae bien, me encantaría tener la relación que tiene Lucas con su madre. A parte de ser encantadora, María es muy guapa, es rubia, y tiene el pelo liso (esta es la única diferencia que tiene con Lucas físicamente hablando, ya que él tiene el pelo rizado), y los ojos azules.

Entré en el coche, y nos dirigimos hacia el centro comercial donde Lucas había quedado. Al aparcar, como siempre, me abrió la puerta y me cogió de la mano cariñosamente. Caminamos por el centro comercial hacia la pizzería en la que comeríamos. Estoy emocionada, no he conocido a los amigos de Lucas, aunque llevamos unos cinco meses de relación. No vamos a la misma universidad, nos conocimos en un parque hace seis meses, comenzamos a hablar y al mes, empezamos a salir.

Giramos la esquina y los vi, eran tres chicos, dos de ellos eran casi iguales a Lucas, rubios y de ojos claros, vestidos con camisa y tejanos, pero el que más me llamó la atención fue el otro de los amigos, tiene el pelo negro, muy despeinado y rizado. Y a diferencia de los otros dos amigos, va vestido en chándal y sudadera de tonos oscuros, este está de espaldas, por lo que puedo apreciar el estampado de su sudadera negra, son dos esqueletos blancos y delicados besándose. Estaba tan concentrada en mis pensamientos que no noté cuando Lucas me soltó la mano. Está tenso, actúa distante. No le di importancia y nos sentamos en la mesa, con los demás.

- ¡Hombre! Estábamos a punto de pedir la pizza – era uno de sus amigos, muy parecido al otro rubio, de pelo liso y ojos grises, pero eran más bien un gris azulado. Noté como Lucas dejaba escapar un suspiro, lo que me hace pensar que no le cae bien del todo, tengo una sensación rara, no parecen tan tan amigos. Que no es por nada, pero si yo lo noto, sus amigos también lo harán.

- Camarero – dijo el otro rubio alzando la mano, este tenía los ojos azules, sin ninguna duda -. ¿Y tú quién eres? – preguntó dirigiéndose a mí de la manera más borde posible. Estuve a punto de darle las gracias por su cortesía y amabilidad.

- Soy Ana – dije intentando ocultar el tono de "no me toques los cojones, guapo", creo que le doy un ocho a mi actuación.

- Yo soy Mateo – dijo el rubio de ojos grisáceos, este me pereció más amable, aunque en su línea los dos hermanos, zip y zape -, él es Marcos, mi hermano. Y emm... Alex.

- Alejandro – le corrigió el pelinegro sin levantar la mirada de sus manos. Tiene la mirada fija en sus manos debajo de la mesa, es nervioso, o lo está, porque no para de mover la pierna y hace temblar ligeramente su silla. No consigo ver sus ojos. Más que nervioso parece que esté de mala ostia. Joder con el grupito de amigos.

Los ojos son en lo primero que me fijo cuando conozco a una persona. Me parece fascinante lo que, simplemente, con mirar a los ojos de una persona puedes saber, o mejor dicho suponer de ella, que luego sea verdad es otra cosa. Y no solo eso, los ojos son fascinantes, me encanta comprobar cómo puedo perderme en los ojos de una persona en cuestión de segundos. Claro está que los ojos pueden ser bonitos y la persona una decepción, como en el caso de nuestro amigo M-no-me-acuerdo-de-como-seguía-tú-nombre.

- ¿Y que, como vais? Lucas nos ha contado que hace 6 meses que sois amigos - ¿Amigos? La mandíbula de Lucas se tensó, está nervioso. Sentí un nudo en la barriga, me ha sentado como una patada que no supieran que soy su novia. Tragué saliva autoconvenciéndome de que Mateo simplemente se ha equivocado o, tal vez, no se acordaba.

Ja, ja, ja.

No me hace gracia.

- Bueno, es que soy su no – intenté corregirlo, pensando que había habido una equivocación, pero no pude acabar la frase, Lucas me interrumpió. Que guay todo.

- ¿Cuánto tardan no? – dijo Lucas con una sonrisa nerviosa. Y sus ojos mirándome nerviosamente, como suplicantes. ¿Qué cojones?

No les ha contado a sus amigos sobre mí. No lo entendí. Bueno, mejor dicho, no quería entenderlo. Me sentó fatal. Ellos seguían hablando, pero yo estaba sumisa en mis pensamientos. ¿Le daba vergüenza decir que soy su novia? ¿Por qué?, ¡con el partidazo que soy! Decidí que lo mejor sería ir al baño, para despejarme un poco. Así que me levanté.

- Voy al lavabo un momento – torpemente me levanté de la silla, y anduve rápidamente. Cuando llegué el lavabo, abrí el grifo y me enjuagué la cara, suspiré mientras me miraba al espejo. Alguien tocó a la puerta.

- Ocupado.

- Abre Ana – por un momento pensé que sería Lucas, y que vendría para disculparse, pero abrí la puerta y me encontré con el chico pelinegro que había conocido unos minutos antes -. ¿Qué haces con ese idiota? – me preguntó antes de que pudiera articular una sola palabra. ¡Toma bomba!

- ¿No es tu amigo? – pregunté confusa. Me imaginé que, al ser solo tres amigos, se llevarían muy bien, pero entre la mirada de Lucas hacía Mateo y ahora Alejandro, me confirma que bien del todo no se llevan.

Einstein.

Que graciosa estas hoy.

- Algo así, si, pero da igual, tú eres su novia y al parecer le da vergüenza decirlo.

- ¿Com – no me dio tiempo a terminar de formular la pregunta.

- Es obvio – dijo levantando la cabeza dejándome ver sus ojos. Son preciosos, verdes, pero no son del mismo tono, no sé si es por la luz, pero tiene un ojo de un tono verde como eléctrico y el otro de un tono más claro, no tan hipnotizante y magnético como el otro. Ostia, que ojazos.

- Tus ojos son preciosos – enseguida bajó la cabeza de nuevo -. ¿Hace mucho que sois amigos? – dije intentando buscar su mirada sin mucho éxito. Jo.

- No, me mudé hace poco. Pero eso da igual, lo que importa es que a tu principito le da vergüenza decir que estáis juntos, y eso no mola - esta vez sonrió burlón por debajo de su pelo rizado, y aunque mantiene la vista fija en el suelo, a través de uno de sus rizos vi que sonreía.

- ¿Y qué hago?

- Habla con él – asentí, tiene razón.

- Gracias Alejandro.

- Alex – dijo levantando de nuevo la mirada, y haciendo que mis ojos azules conectaran con sus magnéticos ojos verdes. Le sonreí y me sonrió, su sonrisa es sincera y a la vez preciosa, dejando ver sus hoyuelos. Joder, que chico más guapo.

Mi querido accidente (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora