20

16 2 0
                                    

Los días pasan, y sigo teniendo discusiones en mi casa. No son tan "acaloradas" como la primera. Las razones de las discusiones y encontronazos están camufladas, pero en el fondo siempre es por lo mismo. Mi madre me mira con reproche y abre la boca. Ahí en cuando empieza a echarme en cara que no ayudo en casa, que me paso el día con "el rollo ese", que soy una egoísta, y una ingenua... os hago un pequeño resumen.

- Mamá, ¿puedes dejar el tema ya? - ya estoy cansada, y me afectan estos comentarios constantes por parte de mi madre. Me hacen sentir mal, sé que no deberían, sé que no es mi responsabilidad, pero hay veces, pensamientos fugaces, en los que pienso que sí que es mi responsabilidad. Y me culpo por ello.

- No Ana, no, es que estás siendo una egoísta - me mira con cara de reproche y hace una mueca.

- No estoy siendo una egoísta.

- Sí que lo estás siendo, te pasas todo el día con el chico ese, que encima no te va a durar ni cinco meses, y no ayudas en casa. Yo te quiero mucho cariño, pero me tienes que ayudar con tus hermanos, yo sola no puedo.

- Mamá, yo te puedo ayudar. De hecho, te ayudo. Pero nunca me había sentido así por nadie. Y pienso que me merezco estar con él. Con Lucas no era lo mismo mamá. Lucas no me trataba bien, Alejandro sí.

----

En resumen, eso es lo que ha pasado, no ha sido una discusión acalorada, aunque lo pueda parecer. En comparación con otras esta ha sido muy tranquila. Yo creo que ha sido en la única discusión que más ha parecido "entenderme", no recuerdo muy bien cuando, pero parece haberse quedado pensando. Mi madre, no diría que me ha entendido, pero sí que creo que se quedará pensando en la discusión y pensará diferente, mejor o peor, mañana.

Aunque lo uso un poco como escusa, salgo de casa y me dirijo a la de Alex, todo me sirve como excusa para ir a verle.

Hay veces que pienso en cómo nos conocimos, y siempre me ronda algo en la cabeza. Que somos un accidente, que nos conocimos por accidente. Nunca se lo he dicho, porque hay veces que hasta yo pienso que desvarío un poco. No me refiero a los accidentes que no hubiera querido que pasaran, pero es muy cliché accidental, ¿no?

Toco a la puerta y un pelinegro de ojos verdes me abre la puerta, tiene el pelo despeinado, y una toalla alrededor de la cintura.

- Ey morena, cuanto tiempo has estado en tu casa - me dice, sonriendo, y como no, con burla.

- Idiota.

- No puedes pasar ni dos minutos sin mi - dijo sonriente. Dejé escapar una carcajada y asentí -. ¿Qué te pasa? - ahora está preocupado.

- He discutido otra vez con mi madre, no ha sido una discusión muy acalorada, pero las cosas por casa están un poco tensas - me mira apenado y se acerca para rodearme con sus brazos.

- No sabes cómo lo siento morena - me dijo, y sonó sincero. Noté sus rizos acariciando mi piel, y aunque ya los había notado antes, siguen haciéndome estremecer. Él lo nota, porque deja escapar una carcajada. Yo empiezo a acariciarle algunos mechones mientras me aprieto más contra su pecho -. Sabes que aquí puedes quedarte siempre que quieras, ¿verdad?

- Si, ya lo sé, pero ya me quedo mucho tiempo aquí.

- Me refiero a que puedes quedarte aquí todos los días - me hizo gracia que le diera vergüenza decirlo, o tal vez le diera respeto.

- ¿Qué viva contigo? - dije, divertida, sin poder contener una sonrisa.

- Sí morena, joder - dijo sonriendo y mirándome con esos ojos que nunca voy a poder olvidar.

- Me lo tengo que pensar, aunque no creo Alex, no ayudaría en nada - no contestó, me abrazó y nos tumbamos en el sofá, con su cálido aliento acariciándome la nuca, y sus manos acariciando todo mi cuerpo, mientras se me pone toda, toda la piel de gallina. Él lo nota y se ríe, su carcajada resuena en mis oídos. Joder. Noto sus rizos otra vez, y le abrazo más fuerte. Cuando me separo le beso cálidamente y él me devuelve el beso, que acaba en respiraciones y pulsos igual de acelerados.

----

- Morena... - me despierto con la voz de Alex envolviéndome. Y siento que es él, siento que quiero pasar toda mi vida con él. Que le he encontrado. He encontrado a la persona.

- Sí, sí, ya me levanto - retiro el pelo de mi cara y me froto los ojos, estamos en el sofá. Recuerdo que nos quedamos dormidos abrazados. En cuanto pienso que ya estoy un poco más despierta, me hago un moño, muy muy deshecho. Le cojo de la mano y vamos hasta la cocina. Me dirijo corriendo hacía la cocina y abro el cajón donde está guardado mi café favorito, está riquísimo. No tengo ni que mirar para saber que, ahora mismo, una personita con una mueca de asco impresionante está mirándome asqueado.

- Te juro que te amo, pero que asco - sonrío y le miro. Está muy guapo, aunque, para que engañarnos, siempre lo está. Lleva una sudadera gris y unos pantalones a cuadros que le hacen un culo... uy, no quería decir eso. En fin, que le favorecen mucho.

Y le hacen muy buen culo...

Ya estamos, pero si, para que mentir.

Sigo admirándole, porque sí, básicamente estoy admirándole. Ahora levanto la mirada y encuentro su cara de perfil, y esa mandíbula. Está sonriendo, no sé muy bien porque, pero le sienta muy bien sonreír. Y esos ojos, es que no me lo explico, son preciosos.

- Bueno, ya, ¿no? - me sorprende mirándome con esa sonrisa burlona -. Parece que quieras comerme - dijo entre carcajadas.

- ¿Y qué te hace pensar que no es eso lo que quiero? - le dije con una sonrisa pícara e insinuante.

- Uy morena, no me tientes - le pegué un sorbo a mi café sin quitarle los ojos de encima.

- Me encantan tus ojos - no tardó en sonreír.

- A mí también - hubo unos segundos de silencio. Nuestros ojos estaban conectados, y su agradecimiento se notaba en su mirada -, gracias Ana.

- Te amo Alex - no era necesaria otra respuesta. 

Mi querido accidente (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora