-¡Oye! Padre dijo que limpiaras el granero- exclama un niño desde la puerta de una modesta cabaña, afuera otro pequeño de unos 5 años de edad barría las hojas del patio- Y date prisa antes que regrese con las vacas.
-Está bien Kay- responde con cierto enfado, sabía perfectamente que esas tareas habían sido asignadas a él, pero estaba evadiendo responsabilidades. Es lo que su medio hermano siempre hacía, pero él no podía quejarse, su padre trabajaba toda la semana en el castillo de Liones y su madrastra, no hacía más que mirarlo con odio cada vez que le dirigía la palabra.
A su corta edad era consciente del desagrado que le causaba su presencia, vivían en el campo, pero sus condiciones no eran tan limitadas, aún así él siempre iba vestido con la ropa y los zapatos que su hermano mayor dejaba, las monedas del trabajo de su padre siempre eran para comprarle cosas a su Kay y aquella mujer aprovechaba la ausencia de su esposo para tratarlo mal.
-Ya termine, ¿hay algo más que desee que haga?- le dice viendo a la mujer que está cocinando dentro de la casa.
-Si ya guardaste todo, ve a lavarte y esperarás a qué te llamé para cenar- dice sin girar a verlo.
-Como diga, Maris- responde tratando de sonreírle, pero ella lo sigue ignorando.
Kay entra en el comedor y entonces el pelinaranja decide retirarse a su cuarto, deseaba que su padre volviera a casa pronto, tener que convivir con dos personas que no te quieren era demasiado para un niño, sobre todo por qué en su mente no entendía aún el peso de aquella palabra que tantas veces había escuchado hacía su persona.
***
-Bastardo, eso es lo que eres...- le dice despectiva- Tu padre te trajo a casa y yo te acepte por lástima, sino fuera por mi habrías terminado abandonado en la puerta de un orfanato, así que me debes respeto y harás lo que yo te ordene, si te digo que te calles, te callas; si te mando a dormir, te vas a dormir; si te pido que hagas una tarea, vas y la haces sin reclamar. ¿Quedó claro?
-Si, señora- le responde el pequeño.
-Y cuidado con la forma en la que te comportas con Kay, es tu hermano mayor, así que tienes que obedecerlo también y cuando tú padre esté en casa, no quiero problemas, no quiero llantos, no quiero quejas, es un hombre que trabaja para darnos de comer y lo menos que quiere es tener que lidiar con tonterías.
-Si, señora- dice de nuevo Arthur.
***
Su niñez había sido muy dura trabajando en aquella casa a merced de ese par, con el tiempo aquellas conversaciones que escuchaba mientras fingía dormir, fueron dándole sentido a todo lo que vivía.
-¡Me engañaste!- le reclamaba Maris a sir Héctor que descansaba de su trabajo del palacio- Te enredaste quien sabe con quién y encima tengo que cuidar a tu bastardo.
-Arthur no tiene la culpa de lo que pasó.
-¡No, el único culpable aquí eres tú! Pero ese niño está destruyendo nuestras vidas, yo no sé si alguna vez pueda perdonarte, pero mientras tenga que ver su cara todos los días, ese rostro que no se parece en nada al tuyo, yo no puedo más que ver el rostro de la mujer que te sedujo en él.
-¿Y qué quieres que haga con él? Pretendes que lo eche a la calle, es un niño, apenas tiene 9 años, no puede valerse por su cuenta.
-No sé, no sé qué hacer, llévalo contigo a trabajar, consíguele un puesto como sirviente de ese palacio, pero algo debemos hacer, no lo quiero más en esta casa.
La tensión invade la casa después de esas últimas palabras, Arthur en medio de su llanto silencioso escucha como el ahora caballero, saca una botella de vino de la alacena, por otro lado la mujer sube las escaleras a dormir. Podía escucharla hablar con Kay, murmuraban cosas en la habitación del muchacho quien pronto empezaría a entrenar para ser el escudero de su padre. Las horas pasan y no sabe en qué momento se hace de día, hasta que escucha la puerta de su habitación abrirse.
-¡Arthur! Arthur despierta- lo llama su padre.
-Si, señor- le dice con la voz sumisa que su madrastra le había enseñado a utilizar con su padre.
-Levántate muchacho, irás conmigo al castillo, ya es tiempo que comiences a aportar a este hogar.
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Érase una vez... Nosotros
Fanfiction"No importa cuantas veces renazcas, no importa cuantas vidas diferentes tengas, aquellas almas que están destinadas a encontrarse lo harán sin importar las fronteras del tiempo o el espacio" ¿Podrá esta vez el destino de Arthur Pendragon ser diferen...