Percival

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Ajeno a todo lo que se orquestaba a su alrededor, cierto pelinaranja se encontraba trabajando en el castillo de Liones. No había vuelto a su antigua casa, Kay ya no estaba más en ella, como muchos jóvenes se había enlistado en las filas del ejército de Camelot, el poder que la familia Demon estaba reuniendo desde que tomó el trono era algo que no dejaba de preocupar a los demás monarcas. Aunque para los ojos de un niño, eran cosas difíciles de entender.

-Veo que has crecido en estos meses, Arthur- le sonríe sir Héctor al llegar de visita al castillo, contrario a los más jóvenes que se dejaban tentar, los caballeros más veteranos permanecían leales al rey de Liones.

-Si, quizás algún día yo también pueda ser un guerrero- le dice el muchacho de ahora 13 años.

-Claro, claro, pero por el momento eres aún muy chico, además el trabajo en la cocina de un lugar como este no es nada mal, no hay vergüenza en trabajar aquí.

-Si- le responde Arthur- Su majestad fue muy amable en aceptarme como aprendiz de cocinero.

-Quien sabe, si te portas bien quizás alguna vez seas el chef personal de sus hijas, estarás mejor que con ese sueño tuyo de querer ser un caballero- le dice el hombre con voz cansada.

-¿Han tenido noticias de Kay?- pregunta sorprendiendo al mayor.

-Él está bien, Maris está preocupada y se siente un poco sola, pero sabes que tu hermano puede defenderse muy bien.

-Si lo sé- dice recordando las palizas que alguna vez había recibido cuando Kay se encontraba de mal humor y él simplemente se metía en su camino- Padre... ¿Alguna vez me contarás sobre mi madre? Dijiste que murió hace tiempo, pero nunca me dijiste nada sobre ella.

Sir Héctor hace una cara de preocupación, como si viejas heridas se abrieran al mencionar el tema y luego se un suspiro largo, acaricia el cabello del pelinaranja.

-Era una mujer muy hermosa, tenía tu color de cabello y estoy seguro que le habría gustado verte crecer, un día tendremos esa conversación- trata de zanjar el tema mientras toma sus cosas.

Después de una corta despedida Arthur regresa a sus labores, esa tarde al parecer el rey Bartra y las princesas recibirían una visita importante. Todos iban y venían haciendo preparativos, él no estaba autorizado a salir de la cocina, no conocía a la familia real más que por las ventanas, mucho menos tenía contacto con sus invitados; pero eso no le detendría de su plan de alguna vez llamar la atención y lograr que lo entrenarán para ser caballero.

La tarde pasó ajetreada; como era su rol debía lavar y cortar verduras, bajar las especias de los estantes y al final de la jornada ayudar a lavar y secar con cuidado, toda la vajilla de fina porcelana. Aún así al día siguiente estaba levantando antes que todos y aprovechando el cansancio de sus compañeros, tenía el pequeño patio solo para él o al menos eso pensó.

-¿Disculpa te conozco?- le dice asustando al pequeño peliverde que parecía tener unos 10 años y jugaba con una de las espadas de madera.

-Lo siento, no quiero que pienses que estoy haciendo travesuras en este castillo, solo quería entrenar un poco- se ríe el niño con actitud nerviosa

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-Lo siento, no quiero que pienses que estoy haciendo travesuras en este castillo, solo quería entrenar un poco- se ríe el niño con actitud nerviosa.

-¿Eres uno de los invitados de su majestad?- dice curioso viendo su extraño cabello.

-Mi padre, Lord Ironside lo es, yo solo lo acompañó, pero siempre debo mantenerme en silencio, él dice que es de mala educación que los niños opinen.

-Si, suelen decirme eso todo el tiempo, por eso vengo aquí para estar solo y no causar molestias.

-¿Quieres practicar un poco?- le dice ofreciéndole una de las espadas- Sabes, entreno para ser un caballero.

-¿Por qué? Eres hijo de un noble, no necesitas luchar.

-Padre dice que un rey debe poder pelear con sus propias manos. ¿Y tú...?

-Arthur- le aclara.

-Arthur, ¿también quieres ser un caballero?

-Si, quiero poder luchar para defender a otros- El pelinaranja toma la espada y ambos se ponen en guardia.

Comienzan un breve duelo de espadas, Arthur solía practicar cuando nadie lo veía, usaba incluso cualquier trozo de madera para simular una espada y también era hábil escalando, los mozos de la cocina siempre lo mandaban a limpiar las chimeneas y él subía a los tejados como un gato, ni siquiera sé molestaba en colocarse una soga como seguridad. Percival por su parte era muy enérgico, sus golpes tenían bastante fuerza, pero al ser más joven, se agota después de un rato dejando un espacio en su defensa que Arthur aprovecha para tirar su espada.

-No deberías golpear a lo loco con tanta fuerza, desperdicias mucha energía- dice Arthur tirando su propia espada y yendo a levantar al peliverde que había caído al suelo.

-¡Percival!- exclama de pronto el hombre que se encuentra a pocos pasos de ellos, sin que se dieran cuenta de su presencia- ¿Qué te dije de no causar problemas?

-Padre, solo estábamos jugando- dice levantándose apresuradamente, era obvio por su mirada que el niño le tenía miedo a aquella persona, el mayor camina hasta ellos, tenía pelo color lila, con barba y bigote, usaba piezas de armadura en brazos y piernas, y cargaba una espada en su cintura, definitivamente tenía aspecto amenazante.

-¿Ese chico te desarmó?- dice viendo la espada en el piso.

-Yo solo... -el pequeño no puede terminar la frase debido al golpe que recibe en el rostro por parte de Ironside.

-¡Oiga!- reclama Arthur tratando de ir en su ayuda pero el hombre se interpone en su paso tomando el mango de su espada.

-No te metas- le dice mientras él peliverde trata de levantarse- Ahora, si quieres una pelea, toma tu arma- dice viéndolo fijamente a lo que Arthur no puede sostener su mirada.

-No es un arma señor, es solo un juguete- confiesa apenado.

-Sí y tú eres el mozo de la cocina, no un caballero- dice mientras se inclina un poco, Arthur esquiva de nuevo su mirada y entonces aquel hombre lo golpea justo en el estómago, haciéndolo caer al piso tratando de recuperar el aire- Espero que entiendas tu lugar y tú, Percival, ¿hasta cuándo seguirás siendo tan débil?

-Lo lamento mucho- le dice el niño, viendo a Arthur con preocupación y sintiendo culpa por la conducta de su padre.

-No lo lamentes, empieza a esforzarte más- termina Ironside mientras lo toma del cabello y lo saca del patio.

Una vez logra recuperarse un poco, Arthur golpea el suelo, apretando con fuerza sus puños, mientras trata de no comenzar a llorar.

-Algún día, me volveré más fuerte...

Érase una vez... NosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora