Ginebra

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-Veo que aun no te has rendido de intentar salvarlo- le dice la pelimorada a Merlín, esta la ve con cierto desdén- No pongas esa cara, nadie aquí tiene más culpa en lo ocurrido que tu misma- la mirada de Ginebra ya no era tan desafiante, pero su tono seguía siendo agrio.

-¿Crees qué no lo se?

-Yo se lo advertí, le advertí que desafiar al destino tendría consecuencias y él las ignoró, la peor parte es que no solo destruyó su propio futuro, sino el de otros.

-Lo dices solo por Lancelot- reclama Merlín- Tu nunca quisiste salvar al mundo, ni nada parecido, solo querías estar con él y  por eso tus visiones fallaron.

-No fallaron, cambiaban.. cambiaron cada vez que él hacía algo, el tiempo que pase en Camelot fue como ver a través de sus ojos y escuchar a través de sus oídos. Estaba obsesionado en ganar, pero también en encontrarte y tú... egoístamente escapaste de tus responsabilidades. 

-Yo buscaba la forma de detenerlo y es lo que tu también querías, querías salvar a Lancelot de un destino cruel y terminaste pagando tu propio precio por desafiar al destino.

-El precio al destino no se ha terminado de pagar, tal vez perdí mi caleidoscopio, así como tu perdiste tu magia. Pero lo ultimo que pude ver es que es que tus planes siguen influyendo en otros, cada vez que sueñas con él, cada vez que piensas en él, esa voluntad llega hasta otro mundo, uno donde no podemos intervenir, una realidad que aún se escribe, una donde el Caos aún puede ganar...

***

La niña despierta sobresaltada, era la primera vez que tenía esa clase de visiones, solía tener sueños premonitorios desde los 5 años, ahora a sus casi 14 habían comenzado a empeorar, pero ya no eran solo sueños sobre el clima o viajeros, a los que su padre un mercader conocería. Era sobre una guerra en su país, una gran guerra entre las casas nobles, no quería hablar de eso con nadie, nadie quería escuchar sobre cómo la paz de aquel lugar se vería amenazada.

Pero su último sueño era por mucho muy diferente, había visto a 4 jóvenes, uno sin forma definida, una chica con un aura dorada, uno con ojos de luz y oscuridad, y el último con cabello verde en forma de alas, los había visto combatir contra otra persona, los había visto morir en esa batalla. Luego se había visto a sí misma, en una versión adulta, y se había dicho las siguientes palabras.

"Debes encontrar a Merlín, no importa lo que tengas hacer, debes buscarla, no permitas que él la encuentre antes que tú hables con ella, o será el fin de tu mundo también"

-¿Pero quién es Merlín? ¿Cómo se supone que la encontraré? ¿Y qué debo decirle?

"Merlín es la clave... En mi mundo, los jinetes lucharon contra el Rey Arturo, sacrificaron sus vidas para detenerlo... Pero en el tuyo, los cuatro serán sus aliados y si Merlín lo lleva hasta la espada, el ciclo volverá a repetirse y esta vez no habrá quien pueda detenerlo"

Eso era todo, eran las únicas pistas que tenía, un Rey de quien jamás había escuchado, asume su otra versión hablaba de los 4 jóvenes con los que soñó y ahora debía buscar a una tal Merlín en esa vasta región, un rompecabezas demasiado difícil de armar, pero con una advertencia demasiado seria como para ignorarla.

-¿Y si me concentro en mis visiones?- dice la adolescente mientras llega hasta la orilla de un lago, sus sueños también habían involucrado agua, por lo que hace un clavado desde el muelle y busca sumergirse. Las visiones comienzan a fluir en su cabeza, la guerra, los 4 jinetes y luego se concentra en los nombres que escucho.

"Arthur"

"Merlín"

Una y otra vez en su cabeza, mientras el aire comienza agotarse y su cuerpo sigue hundiéndose, pronto parece una imagen se comienza formar, una joven con varios pergaminos en sus manos, cabello negro y delgada, y luego un muchacho que parece entrenar para ser un guerrero, cabello naranja y bastante enérgico, los ve encontrarse cerca de unos molinos, pero luego su visión se nubla, como si pudiera ver dentro de la mente de aquel varón, descubre un ente amenazante, una sombra amorfa que se movía y reptaba, la vegetación de aquel paisaje comienza a secarse, todo las tierras comienzan a secarse, los castillos se derrumbaban, la gente perecía, escuchaba los pasos y relinchos de 4 figuras, ahora las 4 siluetas tenían ojos color negro y destruían todo a su paso. Lo último que nota es la pelinegra rodeada por cadenas y en un sueño profundo, mientras aquel rey malvado sostiene una espada color negro.

Ginebra sale a la superficie, su respiración cada vez más agitada mientras busca aferrarse al muelle, entonces nota como alguien toma su mano.

-¿Estás bien?- pregunta una voz masculina y ella tiembla al reconocerlo.

-Si- pronuncia apenas, tratando de ocultar todo el nerviosismo en su voz.

-¿Acaso tratabas de ahogarte?- dice sacándola del agua- Tranquila, no pongas esa cara, si escapaste de tu casa, no te haré volver y si esto fue una travesura, tampoco le diré nada a nadie.

-Solo resbale, tratando de capturar unos peces, no creí que estuviera tan profundo y no se nadar muy bien- miente.

-Entiendo, bien te llevaré a casa- dice tratando de ayudarle a levantarse, pero ella rechaza su mano, por lo que él levanta una ceja- Ya veo- dice con un tono extraño que la hace levantar su rostro y ver su expresión, está sonriendo y bese gesto no la tranquiliza en absoluto- Tus padres seguro te dijeron que no debes hablar con extraños, mi nombre es Arthur y soy un empleado del palacio de Liones- señala el escudo en su ropa- No temas, no te haré daño.

Érase una vez... NosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora