Peones

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«En la vida, como en ajedrez, las piezas mayores pueden volverse sobre sus pasos, pero los peones sólo tienen un sentido de avance»

JUAN BENET

Lunes, 15 de enero de 2024

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Lunes, 15 de enero de 2024.

No era nuevo el sentimiento de sentirse atrapado, no para Alek Orlov. Había vivido bajo el constante escrutinio de su padre, siempre preparándose para ser digno de su condición como Orlov puro, y con el objetivo de reemplazar al verdadero heredero un día. Sin ver el mundo exterior, sin jugar como el resto de los niños, aunque lo había aceptado porque no tenía un punto de referencia con lo que comparar. La mafia era todo lo que había conocido hasta que había descubierto aquel pasaje secreto que conducía al exterior, una ruta olvidada y de la que nadie más tenía conocimiento, por la que muchas veces había salido y escapado para conocer la vida común de una persona ordinaria, siempre cuando su padre estaba muy ocupado como para notar su ausencia. Ese había sido su secreto y lo guardaba hasta el día de hoy. Ubicado en una sala del palacio en la que solía pasar mucho tiempo, era una abertura en la pared, oculta detrás de un librero, y se abría solo con una llave cuya cerradura estaba escondida en un compartimento secreto de dicho librero. No aparecía en los planos del palacio ni en ningún registro. Alek Orlov siempre tenía esa llave colgada de su cuello, una pequeña llave antigua de plata. Había sido un regalo de Bela Orlov por su cumpleaños número cinco, aunque había tenido que descubrir para qué servía por su cuenta, tiempo después.

Alek también había sido muy pequeño cuando Bela había muerto y nunca la había visto en persona porque ella nunca había regresado a Rusia luego de casarse. Aun así había llorado su muerte, porque ella era una especie de mentora para él; desde que tenía uso de razón hablaba con ella por teléfono o se enviaban cartas, siempre que su padre lo permitiera. Ella le había enseñado todo lo que tenía que saber sobre ser un ditya luny, ya que solo un puro podía saber esos secretos. Había sido buena con el posible rival de su hijo, nunca lo había rechazado, al contrario: le había pedido cuidar de Ethan y apoyarlo una vez que este se uniera a la mafia. Alek recordaba que ella siempre hablaba como si fuese a morir pronto y estaba preocupada por Ethan y su futuro. Tuvo razón, ella murió pronto, antes de que Alek la pudiese conocer. Bela había prometido que se verían en el palacio alguna vez, que ella iría de visita. Lo había cumplido, había ido de visita solo que nunca más salió del palacio, nunca abrió los ojos, nunca dijo una palabra, nunca se levantó del ataúd en el que había llegado. Alek estuvo en ese funeral, así como muchos otros Orlov; había llorado, pero había luchado para calmarse porque, en su inocencia, había creído que ahora tenía la misión de cuidar al hijo de Bela, tal como ella le había pedido, y debía ser fuerte para eso.

Ese día las esperanzas de conocer a su primo, tan lejano y cercano a la vez, se habían debilitado luego de escuchar una discusión de Elías Orlov con el resto del consejo, en la que Elías anunciaba que se mudaría al lugar donde había nacido su sobrino, lo criaría en ese país y solo le revelaría la verdad de su sangre cuando cumpliera 21 años. Así que Alek tuvo que resignarse a que no lo iban a traer al palacio, pero por años insistió en que quería ir con Elías aunque fuese unos días, pero sus padres jamás lo permitieron y Elías tampoco parecía muy contento con la idea.

Querido SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora