Para mi querido silencio

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Alek había estado a punto de perder el control, si Ethan no le hubiese dejado salir, todo se hubiese convertido en un desastre

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Alek había estado a punto de perder el control, si Ethan no le hubiese dejado salir, todo se hubiese convertido en un desastre. Al salir del cuarto de baño, fue directo al espejo de un tocador, sus ojos seguían siendo rojos como la sangre, sabía que su celo había llegado. Gracias a los supresores que Yura le había dado a principios de agosto, había logrado inhibir su celo, o quizás solo lo había retrasado más de un mes. Por suerte aun le habían quedado algunas tabletas de los supresores, Yura le había dado demasiadas, se tomó tres de una sola vez, a toda prisa, parecía un drogadicto en abstinencia. Es que debía controlarse porque estaba tentado a volver junto a Ethan. Para evitar eso, abrió la puerta de la habitación, fuera se encontraban los guardias de Ethan y los suyos.

—Sáquenlo de aquí, ahora —exigió a Sergei y Yarine, quienes lo miraron con desconcierto.

Alek no los culpó por verlo con desconfianza porque sabía que su aspecto no era el mejor, desnudo de la cintura hacía arriba, mojado y con los ojos de un demonio. Yarine y Sergei corrieron al cuarto de baño, luego de que Alek les señalara dónde estaba Ethan. Lo hallaron abrazando sus rodillas en el suelo de la ducha.

—¡Ethan! ¿qué paso? —exigió saber Sergei, imaginando lo peor. Yarine se arrodilló para ayudar a su jefe y examinarlo en busca de alguna señal que le revelase lo que había pasado.

—Ethan, tienes que decirme lo que pasó —pidió la joven; había logrado hacer que Ethan levantase la cabeza y ahí había podido ver pequeñas marcas rojas en su cuello.

—¿Acaso Alek Orlov?... —empezó Sergei, mordiendo el interior de su mejilla para evitar que la rabia lo cegara y fuese directo contra Alek.

—Él nunca me tocaría —declaró Ethan como si ese hecho le doliese—. No lo hizo aunque, prácticamente, se lo rogué —dijo con rabia, levantándose del suelo, con lágrimas aun brotando de sus ojos.

Sergei salió con la boca abierta del cuarto de baño, para que Ethan pudiese vestirse. Ahí encontró a Alek, mirando sin parpadear el reflejo en el tocador. Si no fuese porque parecía un demonio, Sergei le hubiese agradecido por haberse resistido cuando era claro que estaba en celo.

—¡Nikolay! —gritó Alek, aunque Sergei estaba a unos metros. Nikolay acudió de inmediato—. Por favor consigue un inhibidor de alfa.

—¡Ahora mismo! —exclamó el chico guardia y fue corriendo.

—Joven Alek... ¿puede decirme lo que pasó? —preguntó Sergei, con cautela, Alek no parecía estar en sus cinco sentidos.

—No, no puedo —contestó soltando una risita sin pisca de gracia—, porque ni yo lo sé...

El silencio se instaló unos segundos, Ethan no salía, era lógico con la cantidad de sangre que había tenido encima. Nikolay llegó con el inhibidor, que Alek se inyectó enseguida, el efecto fue inmediato, al fin podía calmarse, volvió a mirar su reflejo. Mientras sus ojos volvían a su color natural, Ethan salía del baño, caminando altivo como siempre, como si nada hubiese pasado. Cuando pasó junto a Alek, ambos se miraron unos segundos, como si se dijesen:

Querido SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora