Paraíso Perdido

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«El dolor deja una marca demasiado profunda como para que se vea, una marca que queda fuera del alcance de la vista y de la mente».

Margaret Atwood

Jueves, 14 de noviembre de 2024

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Jueves, 14 de noviembre de 2024

Las pesadillas son las torturas a las que el propio cerebro humano se condena. Alek se había estado condenando a ellas desde que Ethan había desaparecido. Los pronósticos del futuro lo mataban, no sabía cómo lidiar con todo lo que Ethan le había dejado, sobre todo con el sentimiento de vacío. Nunca se hubiese imaginado que se sentiría como un miserable por no tener a Ethan cerca ni saber nada de él. Su partida le había causado un heridas dolorosas, quería enojarse con él por irse de esa forma, pero lo entendía bien.

Si Ethan no quisiese ser un Orlov nunca más, Alek lo entendería, lo ayudaría, pero primero debía encontrarlo, asegurarse que estuviese bien, le daría la opción a regresar o quedarse, lo apoyaría. Si lo viese ser feliz con la vida a la que huyó, con la persona a la que fue a buscar, le dolería, pero respetaría eso. Solo necesitaba constatar que Ethan estaba bien, así se podría concentrar en la organización, en lo que haría ahora que era el boss bossov de los Orlov.

Detestaba el hecho de haberse demorado tanto en encontrar a Ethan y más odiaba que Evelyn lo hubiese ayudado, no pudo evitar verlo como una traición, aunque ella le había explicado que lo había hecho para protegerlo y a su relación. Pero lo había engañado y había asumido lo que será mejor para él sin preguntarlo y sin pensar para nada en Ethan hasta el final, que su conciencia la obligó a darle el paradero de Ethan.

Si algo le sucedía a Ethan, Alek jamás la podría perdonar. Porque Ethan era todo lo que le importaba y su lobo odiaba a cualquiera que quisiese alejarlo. Nunca su espíritu animal había sido tan posesivo. Lo pero era tener la certeza de que Ethan había ido a buscar a su soulmate, Yarine y Sergei le habían ocultado la identidad de dicho sujeto, pero aun así su lobo imaginaba una pelea que claramente Alek ganaría, quería destruirlo, desaparecerlo. Por eso no había insistido en conocer la identidad de esa persona, además de tener la certeza de que Ethan no quisiese que lo supiera.

Yarine se había encargado de buscar a Ethan siguiendo esa pista, pero aunque tenían vigilado a Selim Aslan, Ethan no había aparecido, ni en Evimeria ni en España. Por días buscaron en lugares remotos, cuando lo habían tenido muy cerca, en el hogar de Evelyn, escondido en un cuartito de pocos metros, donde alguien como Ethan Orlov no debería ni entrar. Ethan era muy listo, les había costado mucho comprobar que hubiese acudido con Evelyn, solo había cometido un error: confiar en Evelyn. La chica había sido grabada mientras recibía los nuevos documentos de identidad de Ethan y al confrontarla había dicho todo, pues le había tomado aprecio a Ethan lo suficiente para no querer que volviese con su volador, porque sí, Ethan le había contado toda su tragedia.

«No dejes que se quede con ese bastardo», había pedido Evelyn mientras le entregaba la dirección a la que Ethan había ido.

Alek voló ese mismo día a España para buscarlo, desde ahí, no había sido muy difícil hallarlo en ese hotel de mala muerte y verlo le alivió el alma, su lobo pudo volver a la calma, como si se hubiera estado ahogando y la presencia de Ethan lo hubiese salvado. Y al despertar y no verlo en la cama casi entra en desesperación al creer que lo había perdido de nuevo.

Querido SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora