El último de los males

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«Bienaventurado el hombre que no espera nada, porque nunca será decepcionado». ALEXANDER POPE

Jueves, 1 de febrero de 2024

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Jueves, 1 de febrero de 2024

Tres años después de la noche maldita.

Cuando Pandora liberó a todos los males en el mundo, solo la esperanza no escapó de la caja. Esa esperanza estaba junto a los otros males, ¿por qué?, porque era un mal. La esperanza no deja a las personas aceptar la realidad; sí, la esperanza es lo último que se pierde, lo que significa que ya todo se ha perdido, pero no quieren aceptarlo. ¿Por qué seguirse aferrando a la idea de que la situación cambiará?

Los que amaban a Ethan Orlov tenían esperanza: Su hermana se aferraba a la idea de que recuperaría a su hermano del pasado, pero eso no pasaría porque Ethan era otra persona ahora. Sus amigos y protectores estaban convencidos que un día Ethan mejoraría y se convertiría en alguien más poderoso que cualquier otra persona que existiera o hubiese existido, pero eso no pasaría porque Ethan no deseaba ser eso. Y Selim Aslan, él, desde la lejanía de una vida nueva, rogaba al cielo volver a encontrar al gran amor de su vida, su soulmate, pero eso no pasaría porque Ethan ya no era el soulmate de nadie.

El mismo Ethan no quería aceptar que no volvería a escuchar la voz de su lobo interior, aunque habían pasado años, en los que se había sometido a tratamiento tras tratamiento, sin ningún resultado.

¿Lo ven ahora? La esperanza es el peor de los males.

Alek Orlov era la viva imagen de la esperanza, nunca se rendía, siempre esperaba lo mejor, aunque todo estuviera en su contra. Para Ethan era un mal disfrazado de bien, al que no podía odiar por completo. Tenía una luz que iluminaba a todo aquel que estuviera a su lado, pero eso solo resaltaba la oscuridad en Ethan, le hacía ver lo infeliz que era. Ethan y Alek eran como la noche y el día, la luna y el sol.

Y, cuando el sol sale, ya nadie voltea a ver a la luna.

Alek dejó a Ethan en la ducha para buscarle algo de ropa, buscó en el armario, este estaba casi vacío, claro que era porque esa no era la habitación de Ethan, quizás esa ni siquiera era su ropa, pero no había otra cosa. Lo mejor que encontró fue un pijama azul de dos piezas, de tela térmica. Había trajes negros y elegantes, pero no creía que Ethan quisiera vestirse tan formal por ese día.

—Dejo la ropa aquí —avisó, luego de entrar al cuarto de baño con cautela para no ver algo que no debería, pero Ethan estaba en la ducha con puertas cerradas, así que no podía verlo—. Te espero fuera.

Después de unos minutos, Ethan salió mientras se secaba el cabello con una toalla. Para entonces, Alek había intentado ordenar un poco, por lo menos la cama, a la que le quitó las mantas y sábanas, ya no se podían salvar y, si fuera por él, las quemaría.

—¿Por qué sigues aquí? —preguntó Ethan y se sentó sobre la cama desnuda.

—Cerré la habitación por completo, ya sabes, el encierro blindado —reveló Alek, como un niño que había hecho alguna travesura­—. Seguro tus vigilantes deben estar furiosos conmigo. Yarine querrá matarme.

Querido SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora