Escuela

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Al final no logro dormir nada. Tuvo que encargarse de la fuerte erección que le provocó el pecoso de la habitación de enfrente... tres veces...

Bien, ahora se sentía como un completo pervertido, había fantaseado con su hermoso tracero y sus blancas piernas toda la noche. Y aunque no quería aceptarlo, lo que más repasaba en su mente eran sus preciosos ojos verdes... las largas pestañas... los carnosos labios que dejaban asomar su rosada y húmeda lengua...

- ¡¡Puta madre!! - gritó con toda su fuerza al notar de nuevo su dura erección.

- ¡Katsuki! ¡Es muy temprano para que estés gritando como camionero! ¡Controla ese puto vocabulario! - escuchó el grito de su madre.

Tallo con fuerza sus ojos tratando de ignorar a su propio cuerpo. Se levantó y decidió dejar todo de lado, no podía distraerse por un pequeño conejo verde.

Salió de su cuarto enfuruñado y se dirigió al baño, prefería que el agua fría se encargará de su "problemita".

Y al menos funcionó, trato de no pensar más en él, debía seguir con lo que se dijo a si mismo, enfocarse en sus estudios y mantener la cabeza fría hasta que terminara la universidad. Se puso el uniforme rápidamente y tomo su mochila, no dudaría, no importa lo tentador que resultará el conejito, no caería en distracciones, se mantendría firme. ¡Si! Eso haría...

- ¡Buenos días Katsuki! - lo saludo el pecoso con una linda sonrisa

- ¡¡Mierda!! - gritó aún más fuerte y corrió escaleras abajo, dejando a un confundido Izuku que solo pudo ladear la cabeza sin entender.

Para Izuku la noche no fue mejor, nunca había tenido la necesidad de apaciguar su cuerpo, pero recordar y repasar la imagen de Katsuki en la puerta de la cocina... con la mirada fija en él... ese esculpido abdomen... No se dió cuenta en que momento su imaginación voló y sus manos llegaron a la involuntaria erección que le provocó el cenizo. Con toda la vergüenza que podía caver en el, se encargó de aliviarse pensando en el feroz chico de la habitación de enfrente. Después de eso, estuvo dando vueltas en la cama hasta que su alarma sonó. Realmente lo habían impresionado la anatomía y los bellos rubíes de Katsuki.

Pero no podía dejarse llevar, era hijo de sus anfitriones. Habían sido demaciado amables al recibirlo tan repentinamente, debía ser agradecido y no crearles problemas, su mami lo había educado como un buen niño.

Se comportaría bien, no importaba lo hermoso que fuera... o lo perfecto... o tentador...

- ¡¡Basta!! - se regañó a si mismo y se dió una palmada en la mejilla.

Respiro profundamente y bajo las escaleras decidido a olvidar lo que sucedió y comenzar a llevarse bien con todos.

Apenas llegó al último escalón vio a ambos cenizos forcejeando en la sala.

- ¡No lo haré, no es un puto niño como para perderse! ¡La escuela no está lejos! - gruñía mientras su madre lo sujetaba del cuello de la camisa.

- ¡Es el primer día que irá, tienes que ayudarlo y enseñarla la mejor ruta, no seas maleducado! - le gruño su madre en respuesta.

- Buenos días Izuku - escuchó la voz de Masaru a su espalda, que veía a su familia pelear mientras sostenía una taza de café - ¿Dormiste bien? - pregunto con una sonrisa.

- Amm, si, muchas gracias - le sonrió apenado de vuelta - de verdad no hace falta que me acompañe, repase las rutas para llegar y se cuál es la mejor. En serio estaré bien, tengo dieciséis años, no me perderé - dijo más fuerte para que todos lo escucharan.

- Vaya que has crecido - dijo Masaru, mirándolo sin borrar su sonrisa - bien, desayunen o se les hará tarde, Mitsuki y yo ya nos vamos, solo queríamos esperarte para desearte un buen inicio de clases -.

Metro Y Medio (KatsuDeku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora