11°Sherlock Holmes

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Advertencia: obscenidad, exhibición, calentamiento de polla.

Título: parque

Sherlock estaba apoyado contra la gruesa corteza del árbol, leyendo tranquilamente un libro

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Sherlock estaba apoyado contra la gruesa corteza del árbol, leyendo tranquilamente un libro. El aire estaba fresco con hierba, musgo húmedo y ese almizcle animal que era  él, la bestia civilizada. Jugó con tus sentidos, haciéndote sentir repentinamente sonrojada mientras te sentabas junto a él.

Aspirando el aire, distraídamente jugaste con tus mechones. Los grillos y los bichos del bosque cantaban con la dicha del mediodía mientras la esencia de Sherlock amenazaba con reclamarte, reduciéndote a una cosa malvada y deseosa.

“Estás nerviosa…” su voz de barítono casi te toma por sorpresa, haciéndote saltar en tu asiento."¿Por qué no vienes aquí y te sientas encima de mí?"

Tu corazón cayó a tu estómago. Sherlock era muy estoico, cada vez que sacaba algo tan audaz como este, te ponía la piel de gallina.

“Estamos en el parque"

Te miró fijamente mientras te excusabas, te sonrió inflexiblemente y metió la lengua entre los dientes. Moviéndose como un gato grande, Sherlock acercó sus labios a tu oído y gimió, "siéntate encima de mí y desliza tus bragas a un lado, quiero sentir tu cálido coño a mi alrededor".

Mientras te estremecías, su mano agarró tu cintura y te arrastró hacia él. Tartamudeaste, mirando a tu alrededor con miedo mientras Sherlock te hacía montar a horcajadas sobre sus sólidos muslos.

"Ahí está mi niña buena", tarareó, hurgando en su cinturón. Siguió el sonido agudo de la tela rasgándose, e intentaste taparte la boca con vergüenza para ahogar un grito ahogado.

"Cállate", te advirtió y te sonrió, presionando sus labios mientras alineaba su dura y fuerte polla en tu entrada goteante "no quieres que nadie escuche lo sucia y ramera que eres, ¿verdad?"

Con un movimiento agonizantemente lento, te llenó por completo, su circunferencia carnosa, pulsando caliente en tu apretado coño. Un gemido se te escapó, involuntariamente. Sherlock era demasiado grande, lo que te obligaba a tomarlo de una vez y luego permanecer quieto mientras tus órganos latían con furia.

Dando una sonrisa traviesa, tomó el libro y comenzó a leer en voz alta, tocando fondo dentro de ti todo el tiempo. Una mano recorrió tu espalda, y cada pocos segundos sentías el espasmo de su eje entre tus paredes desesperadas.

“Ahora quiero que te quedes quieta,” susurró “y no te muevas. Como dije, solo quiero sentirte”.

Una dulce pareja joven y una anciana con un Schnauzer pasaron por el camino de guijarros que estaba frente a ustedes, mirándolos a los dos. Este comportamiento lascivo fue suficiente para que fruncieran la nariz con desaprobación. Si tan solo supieran lo profundo que estaba dentro de ti.

ONE SHOTS [HENRY CAVILL] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora