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JOHNNY NO HABÍA SIDO UN BUEN PADRE PARA ROBBY. Bueno, no había sido ni un padre ya que su miedo a no saber cómo ejercer de figura paterna lo había envuelto, evitando que cruzara la calle que lo separaba del hospital.
Por eso, cuando Miguel y Melody aparecieron en su vida, se sintió como una nueva oportunidad para —al menos— intentar redimirse.
No le molestaba el hecho de que Melody se hubiera mudado, de hecho, él habría hecho lo mismo si su madre volviera.
Pero lo que hacía que hirviera su sangre era ver a la castaña y al latino pasar tanto tiempo con Larusso. Entrenando, yendo a cenar con él, llevándolos a casa... Parecía que los estaba alejando de él, y eso no le gustaba ni un pelo.
—Díaz, Peters, ¿tenéis hambre?—Le preguntó Johnny a los dos adolescentes—. Haré vuestro favorito: carne con salsa y patatas.
Los dos se miraron antes de que Miugel hablara—La verdad es que nos vamos con el señor Larusso. Vamos a terminar el coche de mi madre.
—Y a mí me invitaron a cenar, pero tengo cosas que hacer antes—Explicó la castaña.
—Vale, no os preocupéis.
—Tal vez otro día—Dijo Melody con una pequeña sonrisa y el rubio asintió—. Hasta mañana, Johnny—Se despidió con una sonrisa.
—Sensei—Habló el latino y Johnny no pudo evitar darse la vuelta, llevándose una decepción al ver que le estaba hablando a Daniel—. Cuando usted diga.
Lawrence se metió en su coche bajo la preocupada mirada de Melody, que sacudió la cabeza intentando no pensar mucho en el extraño comportamiento de Johnny desde el día del estanque.
(...)
LOS NIÑOS CORRETEABAN DE UN LADO A OTRO Y Melody tuvo que levantar la caja que llevaba en las manos para que no la tiraran al suelo y se mancharan los disfraces.
—Gracias por ayudarme con esto—Le dijo Audrey mientras dejaba una de las cajas en el mostrador y luego hacía lo mismo con la que llevaba Melody—. Sé que este no es el lugar ideal para pasar la tarde de un sábado.