¿Alguna vez te has despertado con la sensación de no saber lo que estás haciendo con tu vida? Como un enorme vacío que se apodera de ti, hasta que llega a tomar el control, las cosas empiezan a perder sentido, y hay dos opciones: o te dejas vencer, o actúas en modo automático, por costumbre, con la esperanza de que algún día vuelvas a sentir algo, lo que sea.
Y es que ser incapaz de sentir es más terrible de lo que todos piensan. Te preocupa, te hace pensar que eres raro, o que hay algo mal contigo, y buscas con desesperación cualquier cosa para llenar ese vacío, no importa si es saludable o no, solo esperas sentir algo.
Desde que llegué a Ryalville soñé con el día en que pudiese ir, todas las noches me imaginaba siendo aceptada en una gran y prestigiosa universidad, terminar mi carrera, ser reconocida y ser jodidamente feliz, claro, que en el camino tuve diversos motivos para querer cambiar mis metas, y tomaba en cuenta la opinión de Matt y Luke, me hubiese gustado irnos juntos de aquí, pero lamentablemente no se pudo.
Perdí en poco tiempo la poca estabilidad que había ganado, dos de las personas más importantes de mi vida se fueron, y me dejaron sola, traté de sacar fuerzas de todas partes, hasta que me encontraba tocando fondo otra vez. Muchas personas al pasar por situaciones jodidas recurren a las drogas y al alcohol, yo no podía, si bien bebía ocasionalmente, juré no volver a embriagarme y lo cumplí. Aún no descubría lo maravilloso de intoxicar tu cuerpo, tal como Dean y Luke lo hacían, pero hallé otras maneras de sentir algo...
Excesos con las compras, con la comida, cambios radicales...
Sexo.
Conocía a extraños a través de aplicaciones de citas y teníamos encuentros casuales, creí que no había nada de malo, hasta que me encontré con Joe Dale, un hombre que fácilmente podía doblarme la edad. Era muy interesante, siempre sabía qué decir, o conocía muchos lugares tranquilos, a diferencia de otros chicos, Joe parecía interesado en salir conmigo, era algo más que sexo, pero no lo suficientemente serio para ser una relación.
No nos amábamos, simplemente pasábamos el rato juntos, me ayudaba a sentirme menos sola, a sentir algo, aunque sea por un minuto.
Lo peor de todo es que algo dentro de mí me decía que había algo malo con Joe, incluso Dylan me lo advirtió, pero era tan profundo el vacío y tan angustiante la desesperación por sentir algo, que ignoré todo, hasta que me explotó en la cara, una noche mientras terminaba uno detalles del "secreto de la laguna azul" un mensaje llegó a una de mis redes sociales cambiando por completo todo.
"Hola Rachel, soy Diana, la esposa de Joe, acabo de descubrir todo lo que sucede entre ustedes dos, si todavía te queda algo de decencia te aconsejo que dejes de molestar a mi esposo, tómalo como una advertencia, puedo hacer que tu vida se arruine con solo un par de llamadas, no seas el motivo de destrucción de mi matrimonio y por lo que tendré que pagarle terapia a mis hijas. Respétate, zorra".
Jamás podré olvidar esa sensación: la presión en el pecho, la sorpresa, las ganas de morir y llevar al infierno a Joe de pasada, deseaba tanto hablar con esa mujer, aclararle que de saber que Joe tenía una familia jamás hubiese sucedido esta situación, pero tenía clarísimo que no me iba a creer, o tal vez era una de esas señoras cegadas por su esposo.
Entré en pánico, eliminé toda evidencia y nunca volví a ver a Joe, tenía tanto miedo, y me culpé tanto por ser una completa estúpida. Patéticamente rota y sola, sin saber en quien confiar.
Desde aquel día no volví a ser la misma.
...
Mi cabeza estallará en cualquier momento, no tengo duda alguna. Abro los ojos con pesadez intentando adecuar mi visión a la luz del ambiente. Estoy en la cabaña de Luke, ¿qué sucedió? ¿qué hago aquí? ¿qué hora es? Desbloqueo mi teléfono en busca de alguna señal...
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Secrets Around Us
Teen FictionRachel y Luke son ex novios que juraron nunca más volverse a ver en la vida, hasta que un mensaje anónimo que amenaza con revelar sus más íntimos secretos los obliga a juntarse en un reencuentro de secundaria. Se amaron y ahora se odian, dicen que n...