Capítulo 4

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California, amanecer

3 de junio de 2013

Rachel Stone

Cargo con delicadeza la caja de mudanza que contiene mis objetos más valiosos, puede que no sean tan costosas, pero les tengo aprecio, soy de aquellas personas que le toman cariño a sus pertenencias, como si tuviesen vida propia, siento que es normal querer algo que te acompañó gran parte de tu vida y te hizo feliz. Y es precisamente eso lo que me es tan difícil en estos días: ser feliz.

Y es que jamás imaginé encontrarme en esta situación. Es increíble ver a la gran familia Stone escapando de California porque la escandalosa vida del mayor de sus hijos; Dean, les ha traído más de una desgracia, y muy tarde se dieron cuenta de que habían perdido el control. Una vez más, Dean, había cagado no sólo su vida, sino la de toda la familia: mamá tuvo que vender la casa y alejarse de sus amistades, John, mi padrastro, pidió ser transferido a una ciudad que ni siquiera puede ser ubicada en un mapa, y yo, debía adaptarme una vez más a cambiar... Simplemente por los errores de Dean.

Y lo peor de todo es que mi madre parece no darse cuenta de que todo seguirá siendo igual, Dean no es de las personas que cambian, y sus problemas, en especial, no son algo de lo que puedas deshacerte de la noche a la mañana. Dean necesita ayuda profesional, sólo que no lo quieren aceptar aún.

Estoy segura de que si papá estuviera vivo todo sería distinto: La casa no sería un caos, no habrían peleas diarias, mamá estaría de mejor humor, incluso Dean tendría una mejor vida, y yo... tal vez podría volver a ser parte de lo que alguna vez fue una familia.

Desde pequeña he tenido dificultades para integrarme a mi propia familia, y es que mamá se encarga de hacerlo complicado: las diferencias entre Dean y yo son muy marcadas. Él se mete en problemas siempre y lo perdonan con facilidad, mientras que en mi caso, cualquier error, por minúsculo que sea, traía consigo un castigo y una gran discusión. Papá solía intervenir a mi favor, pero ahora que no está... Otra vez vuelvo a sentirme como un fantasma sin rumbo fijo.

Alguien a quien nadie puede ver, o tal vez no vale la pena perder ni un segundo de la vida apreciando. El mundo de mi madre es Dean, y es un hecho que acepté muchos años atrás.

Cierro los ojos durante el trayecto para evitar marearme, mientras voy asimilando la idea de que mi vida entera se está viendo obligada a cambiar radicalmente por el único hecho de que mi hermano no puede pensar con la única neurona que le queda viva.

Empezar de cero... Algo que muchos desean, pero, si lo analizas, resulta complicado. Dejar todo con el único objetivo de encontrarte, olvidar, en busca de una nueva oportunidad. Todos aquí parecen estar dispuestos ¿por qué a mí me cuesta tanto? Nunca fui una chica muy sociable, no tengo amigos y mucho menos algún novio, y aún así, irme de California me parecía terrible.

Ryalville es una ciudad tan pequeña que debes hacer maravillas para encontrarla. Parece el lugar perfecto para esconderse e iniciar una nueva vida sin ninguna complicación, en otras palabras, este lugar es precisamente lo que mi familia necesita. Quizá estoy exagerando, y mudarnos implique un cambio positivo a nuestras vidas, no puede ser tan malo...

La primera noche no dormí, mi mente se dedicaba a crear escenarios falsos que me producían ansiedad, en especial, en lo que podría terminar mi primer día de clases aquí. Literalmente no conozco a nadie, y, como dije antes, no soy una persona sociable, tampoco me considero tímida, simplemente los demás me importan una mierda. Sin embargo, la idea de no tener a nadie con quien conversar o siquiera llevarme bien en este lugar, me atemorizaba. Una de las reglas para sobrevivir en secundaria es tener un amigo.

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