JeongIn pensó que había encontrado el amor cuando conoció a HyunJin en el pasillo de un supermercado.
Lo que no sabía... era que también había encontrado al hombre que destruiría todo lo que conocía.
Nada fue casual. Todo fue parte de un plan.
Y el...
El invierno estaba en toda su plenitud. Tras el cristal de la cocina se podía notar que nevaba con intensidad, dejando un bello manto blanco sobre el césped. En tanto, la radio local mencionaba las bajas temperaturas de esa semana, a través de la bocina que utilizaba para escuchar música mientras cocinaba con su novio.
Pero aquel día se encontraba sola, ya que su jefe les dio el día por la imposibilidad de movilizarse.
Con un café en mano para apaciguar el frío, se acomodó en el taburete junto a la mesa de la cocina, atenta a todos los detalles de las últimas muertes en la ciudad que reproducía el noticiario.
"... por lo que se descartó la idea de que fuese un suicidio... " Aclaró la ya reconocida voz del locutor, que entregaba informaciones cada mañana a las 10, sobre el tétrico asesinato del hombre calcinado en una bodega.
Miraba el vapor de su tazón pensativa. Algo en aquel caso le daba mal sabor a su café, y sobre todo una extraña sensación de déjà vu que le preocupaba más de la cuenta. Pocas personas eran capaces de cometer un delito de esa magnitud, y ella conocía muy bien a una.
Tomó su celular y marcó uno de los contactos, con el emoji de corazón junto al nombre. Impacientemente esperó mientras el aparato sonaba con la voz alta activada.
—¿Bueno? —contestaron.
—Mamá.
—¡Hola, hija! —habló su madre, con aparente emoción al recibir su llamada.
—¿Cómo estás? —le cuestionó intentando que sonara a una conversación casual.
—Muy bien, ¿qué hay de ti?
—Estamos bien. Eh... ¿Has hablado con HyunJin? —Pero no quería extender mucho la angustia clavada en su corazón—. El otro día discutimos, y no me quiere contestar.
—Asch. Ese muchacho y sus dramas.
Sonrió recordando con cierta melancolía los constantes berrinches de su pequeño hermano.
—Hablé con él en la mañana. Todo bien, dijo que estaba esperando a su novio porque iban a almorzar juntos. ¿Puedes creerlo? Ya lo perdí. No sé que tiene Busan que se lleva a mis hijos, y me siento muy sola —contestó la mujer al otro lado del aparato, con un exagerado tono lastimado.
Por su puesto. De alguna parte HyunJin debía heredar esa teatral manera de quejarse.
—Te iremos a visitar pronto, lo prometo. Pero necesito hablar con papá de algo urgente, ¿Me lo puedes pasar?
—Creí que tu hermano te había dicho —La madre sonaba sorprendida.
—¿Decirme qué?
—Hija... Tu padre está en la cárcel.
Y entonces todo tuvo sentido.
"—Papá te envió ¿no es así? —trató de sonar lo más dura posible, pero el hombre de melena parado frente a ella, poco preocupado de sus palabras, solo alzó los hombros sonriente.
—Tal vez... O tal vez no. Tal vez ni siquiera puede saber que está pasando. No es alguien que me interese mucho y lo sabes..."
Entonces cayó en cuenta de que sus conclusiones eran ciertas, y la última vez que estuvo con ella, indirectamente reveló la solitaria y oscura forma de actuar.
—SeulGi, ¿estás ahí?
—Sí, solo... Estoy... Sorprendida —Había olvidado por completo que su madre estaba en la línea—. Eh... ¿Te llamo después? Alguien viene —mintió para no preocuparle.
—Está bien. Te quiero.
—Igual yo —colgó con la respiración retenida.
Todo comenzó a ser claro en ese momento. Y lo lamentaba de sobremanera.
Luchó tanto para que las cosas tuviesen un final diferente, y una vez más se encontraba atrapada entre detener todo, o guardar silencio para proteger a su familia.
Prefirió guardar silencio...
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—¿Cómo te fue? —preguntó la dulce voz del macizo australiano que le observaba caminar hacia él.
—Toma —el de melena rubia le entregó una hoja en respuesta—. Una cortesía de nuestro amigo Lee.
—¿Pasa algo? —El chico pecoso notó preocupación en el rostro de su compañero de nacionalidad, que revisaba atento los garabatos escritos en el papel.
—Tendremos que hacer un cambio de planes —dijo firme el de melena, mientras se apretaba la cien con la mano libre.
—¿Quieres devolver el dinero? —cuestionó bromeando el pequeño musculoso—. Debe estar emocionado de ver sus cuentas vacías.
El sarcasmo era claro en ese comentario, y la sonrisa doblada en su rostro, demostraba el gusto después de adueñarse de cada moneda guardada en la desafortunada cuenta bancaria a la que ingresaron.
—¿Cómo lo convenciste? —Kángaru continuaba inquieto con el documento en la mano.
—Tengo mis métodos. Ahora... —mas, el rubio no tenía tiempo para detenerse a dar cátedra de como corromper a un detective—. Sobre el plan... —se acercó al pizarrón donde estaba detallado el paso a paso del proyecto, y eliminó una parte con la manga del hoodie negro que combinó con joggings del mismo color—. Vamos a dejar al chico en paz. Alguien más está interesado en él y dejaremos que mueva la pieza primero.
—Eso es como dejarle un trozo de carne a los lobos —agregó el más delgado de los presentes, con el ceño fruncido por el desacuerdo con el cambio.
—Exactamente —pero al rubio poco le importó—. Él cree que hay un punto débil, y atacará justo ahí... Pero no tiene idea que en realidad la debilidad es suya —aclaró para después girarse hacia el trío que le observaba atentamente—. Además, tenemos que confundir a Kim. Porque hay unos nombres conocidos en su lista, y no nos conviene que sepa el historial de cada uno aún —señaló la misteriosa hoja que le había entregado al mayor, antes de buscar un medicamento en un botiquín.
El otro rubio arrebató esta de la mano del australiano, y leyó todos los nombres ordenados alfabéticamente. 20 en total. Y uno de ellos le hizo entender la preocupación en el contrario.
—Prepárate —dijo el de melena observando fijo los ojos de Kángaru, luego de beber un vaso de vino para ingerir la medicina.