La mañana estaba fría, a pesar de que el verano estaba iniciando. Una vez más se encontró en el suelo enmaderado, justo en el costado de la cama, con el cuerpo entumecido por el dolor, y la ropa torpemente colocada en su lugar.
Con las pocas fuerzas que tenía, logró sostenerse desde el colchón y levantarse hasta quedar sentado en la cama. Inhaló profundamente para recuperarse de la incómoda noche llena de pesadillas, y logró captar un pesado aroma a humo de cigarrillo proveniente del piso inferior, que causaba dolor y comezón en la nariz.
Sus captores estaban ahí, para asegurarse de no cometer errores nuevamente. Se lo habían dicho la tarde anterior, luego de atropellar su cuerpo como aquel despreciado juguete que la abuela le regaló una navidad. Jamás lo quiso, pero era perfecto para lanzar y patear en sus rabietas, o para quitarle piezas que a los demás se le verían mejor.
Ahora él era ese despreciable juguete, usado solo para divertirse del sufrimiento.Un sentimiento de asco le golpeó el estómago causándole náuseas que, acompañadas del pesado humo de tercera mano, no sabía si podría soportar mucho tiempo.
Con la escasa cena del día anterior amenazando con escapar, caminó hasta la puerta en el suelo y golpeó los nudillos contra ella.
—Necesito ir al baño.
Un bufido en tono de queja se escuchó claramente, junto al cigarro siendo tirado contra el piso con disgusto. El pasador fue quitado, y rápidamente la puerta hizo emerger la escalera que se apresuró a bajar, agradeciendo ahora estar desatado.
La garganta comenzaba a doler de tanto retener las náuseas, pero como un rayo de luz sanador, la imagen de un terreno baldío con árboles lejanos cruzó frente a sus ojos, a través de una ventana desbloqueada para quitar el humo.
—¡Vamos! ¡Camina!
Y un descuidado impulso por parte del encapuchado vicioso, lo regresó al objetivo por el cual salió de su jaula.
Apresuró el paso hacia el cuarto de baño, para tener la privacidad de aclarar si lo que vio fue real o una bella broma de su imaginación. Ya dentro, cerró la puerta con seguro, y bastó dar una mirada al retrete para que el estómago se contrajera, haciéndole tirar toda la asquerosa comida que le obligaron a ingerir.
Ahí se deshizo de todo, incluso de la repulsión que sentía por sí mismo. Y cuando ya no quedaba nada por qué sufrir, tomó papel higiénico para quitar los restos de su rostro, agotado de las dolorosas contracciones involuntarias que le ayudaban a vomitar.
Se giró hasta el lavabo a sus espaldas y enjuagó la boca varias veces, hasta estar libre de cualquier mal sabor o resto de comida. Mojó su cara lastimada con cuidado, y del mismo modo se secó utilizando la manga de la camisa. Alzó la mirada hasta el trozo de espejo colgado sobre la loza, y a pesar de no demostrarlo, mucha fue la sorpresa al encontrarse con una versión muy diferente de sí mismo.
El chico frente a él, tenía la mirada muerta y sin ese brillo tan destacable. Su piel había perdido aquel rosado color que solía llegar al rojo por la exposición al sol, estando tan pálido como la cera, y por un momento, la imagen de la Beata Albertoni pasó por sus recuerdos. Aquella perfecta representación del momento en el que la muerte atrapa el alma y la arranca del cuerpo.
Y así se encontraba la imagen delante de él. Sin alma. Sin vida. Sin nada. Incluso la esperanza de que le siguieran buscando había emprendido viaje lejos. Solo era un cuerpo, que ya siquiera consideraba suyo.
Pero otra certidumbre estaba justo a un costado de su demacrado reflejo. Una ventana de ventilación e iluminación dispuesta sobre el retrete, con vidriería esmerilada, lo suficientemente grande para cruzarla, y lo suficientemente nueva para asegurar que no era la primera vez que utilizaban esa casa.
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Infernum ; hyunin
DiversosYang JeongIn, hijo de un empresario adinerado, conoce a Hwang HyunJin en el supermercado. Un hombre de melena oscura y misteriosamente atractivo que conquistará su corazón, sin sospechar que aquel día comenzaría su desgracia. ━━━━━━━⚠️━━━━━━━ (†) Me...