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JeongIn consiguió llegar ileso hasta la pequeña arboleda e introducirse en ella con el corazón latiendo más rápido de lo que le parecía posible. Al interior se encontró varios troncos tirados por los años o los fuertes vientos que hubo ese mismo invierno. Corrió hasta uno de ellos y se ocultó bajo este, en el hueco formado por una de las ramas que evitaba se girara, aprovechando el tiempo de distancia entre él y los hombres que perdió de vista mucho antes.

El aroma a tierra húmeda por el rocío, le recordó el verano anterior, cuando salía junto a HyunJin para tirarse en el césped del parque a conversar. Y volvió a extrañar su compañía, a arrepentirse de no esperarlo en el apartamento, de no hacerle caso cuando le advirtió que ir con su padre era una mala idea.

Las ganas de llorar se atoraron en su garganta ante la impotencia, pero se tragó todo cuando el pastizal fue aplastado por los pasos firmes de sus captores. Acomodó mejor el cuerpo procurando evitar cualquier sonido que lo fuese a delatar, en tanto las respiraciones agotadas tras el tronco se movían de un lado a otro en su búsqueda.

Congeló el cuerpo en el lugar, moviendo solo los ojos hacia donde el sonido de las pisadas le guiaba, y mantuvo el resuello lo más suave que pudo, como si estuviese tendido descansando en una suave cama de plumas, esperando pacientemente a que el par de individuos se alejaran. Pero una pequeña rama quebrándose bajo el peso de un hombre lo bastante cerca de su ubicación, le obligó a detener sus pulmones. Estaba justo del otro lado del madero, buscando cautelosamente por sobre este con la mirada, y rodeándole con sigilo.

Una gota de sudor frío le recorrió la frente con una lentitud que le provocaba tediosas cosquillas. Los músculos de las extremidades quemaban por la contracción constante ante los nervios, y su corazón volvió acelerarse por la falta de oxígeno. Los pasos estaban cada vez más próximos al extremo inferior del tronco, donde bastaba una mirada descuidada para notar el color fuera de contexto de su cabello, o su piel blanca por el hielo que le recorría la sangre. Unos centímetros más y estaría de regreso en la cabaña.

Pudo ver asomarse el talón de un zapato negro, mientras un par de lágrimas escapaban por el dolor en el abdomen que se apretaba constantemente en busca de aire. Un movimiento era necesario para que el tipo se girara y le encontrara, no podía permitirse fallar, aunque una parte de su corazón estaba dispuesto a rendirse con tal de volver a respirar.

—¿Qué es eso?

Apretó con fuerza los ojos cuando escuchó la voz del segundo individuo en el otro extremo del árbol muerto. Estaba tan preocupado del hombre de zapatos oscuros, que olvidó la existencia del otro, y sus palabras solo podrían significar una cosa, había notado algo extraño.

—¿Dónde?

—Por allá.

Se formó un largo y torturador silencio.

—Es la policía...

Volvió a abrir los ojos.

—Tenemos que irnos.

—¿Y el chico?

Ya no podía contener un segundo más la respiración.

—Ya no importa. Vámonos.

Y cuando ellos huyeron de regreso, pudo encontrar la superficie del estanque en el que moría.

Soltó el cuerpo en el lugar y tragó aire en un grito ahogado, como si hubiese cruzado un desierto y por fin encontrara agua. Las penunbras no tardaron en empaparle las mejillas, por la pena hacia su desgracia y la emoción de haber pasado desapercibido. Pero no podía arriesgarse, por lo que se mantuvo oculto hasta estar seguro de que no había nadie más cerca.

Infernum ; hyuninDonde viven las historias. Descúbrelo ahora