CAPÍTULO 30

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Sin saber las
razones

Al sacarme de ese cuarto no puedo evitar gritar. El miedo se acumula en mi garganta y con todas mis fuerzas grito. Un ardor se prolonga en esa área,  a pesar de eso, sigo gritando.

Los brazos del hombre robusto de piel oscura me hace callar al apretarlos contra mi cuerpo y el aire se quede guardado al momento de pasar su mano por mi boca. La palma de las manos las tiene ásperas y secas. Mi piel no puede mantener por mucho tiempo su tacto hasta que llego al borde de la desesperación.

Pataleo más fuerte al estar más sedienta de una libertad, las consecuencias es una agresiva sacudida que me deja turbada y aflojo el cuerpo abriendo paso a una manipulación de pies.

Puedo ver que hay varios pasillos oscuros reformando a todos los caminos posibles de los costados que conectan al patio, pasillos a más cuartos como en el que me tuvieron retenida con mi hermana. Grises y sucios.

El olor cargado inunda mis fosas nasales al momento de bajar el último escalón de las escaleras metálicas y estar en medio del patio. Un químico desconozco nos rodea en el aire. Hay máquinas grandes por todos lados y solo poco espacio para que alguien se desplome en total libertad. Suficiente para que esos tres estén aquí conmigo.

Me obligan a sentarme en una silla desgastada, levemente se mueve atrás y por suerte reacciono rápido. Me inclino adelante para no caer. Intento levantarme y me empujan de regreso con impaciencia.

—¡Luchar no te servirá de nada!— el eco de esa voz ronca de Aroll recorre todo el lugar alto.

Muevo las manos colocándolas en los hombros de aquel hombre para que se aleje de mí. Es inútil pelear. Al intentar empujarlo solo consigo que me detenga tomando de mis muñecas con una sola mano. Sus dedos se entierran en mi piel como advertencia. Me las lleva al respaldo para volverlas a amarrar con la cinta adhesiva en vueltas constantes.

Lorcan (si no mal recuerdo su nombre), se dedica a sujetar los pies a las patillas de madera dejándome inmóvil por completo. Ambos me miran con seriedad y tranquilidad, pero yo no paro de moverme con un poco de esperanza y un nivel alto de miedo. Aún así, intento mostrar lo contrario.

Si no me controlo, si no consigo tener control en mí esto puede empeorar. Las lágrimas no tardan en asomarse. La vista se me cristaliza empañando los rasgos de cada uno, entonces parpadeo varias veces para aclarar todo.

—¡Les dije lo que querían!— grito enojada viendo al que me lleva las manos atrás, luego al que está a cargo de todo esto. Aroll —Si vas a llevarnos con Negan será mejor que lo hagas ahora ¿Qué es lo que quieres? ¿Por qué nos retienen?

Uno ríe bajo a mis dudas aclarando que solo son absurdas. Aroll solo se limpia la nariz con la mano como si tuviera sudor, pero la noche en fresca que lo único que produce son escalofríos. Arrugo el rostro por el desagradable sonido que hace. Muevo las muñecas.

—Darle una advertencia a tu hermana y ese amigo...— achica los ojos curioso el hombre robusto acompañado de una sonrisa pícara inclinando su torso adelante —¿O acaso tienen algo?

—Hans tiene razón. Si no les pongo límites intentarán cualquier cosa en el santuario— Aroll apoya palmeando el hombro de su amigo alto. Camina adelante tomando mi mentón con fuerza obligando a verlo. No puedo evitar quejarme, acto siguiente me limpia la mejilla húmeda por las lágrimas que no han parado de salir —¿Recuerdas aquel día? ¿Lo que hiciste? Es hora de cobrarla. Debes de generar muchos problemas, hermosa.

Paso saliva con dificultad. Dejo salir un jadeo recordando el acuerdo que mencionó mi mamá el otro día: Dijo que no me harían daño y su líder había dado su palabra, pero estoy aquí.  Elizabeth herida y Carl golpeado. Una razón más para no confiar en Negan.

•𝐒𝐎𝐋𝐎 𝐏𝐄𝐋𝐄𝐀• || CARL GRIMES || [TWD]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora