Llovía, no era muy común que pasara en esa temporada, pero estaba lloviendo. Las gotas caían en la ventana mientras que nuestra respiración la empañaba. Estábamos frente a frente, abrazando nuestras propias piernas, mirándonos de una manera inexplicable.—Creo que exageras —susurré tratando de convencerme a mí misma—. Tienes muchas posibilidades de vida —sonrió con tristeza.
—Tal vez, pero eso no quita que pueda morir mientras duermo.
—No digas eso —una lágrima más se deslizó por mi mejilla.
—Es mejor afrontar la realidad.
—Pero...
—Ven aquí —me extendió los brazos.
No tardé en acurrucarme entre ellos. Pegué mi oído a su corazón y mis lágrimas se duplicaron, simplemente, no podía creer que alguien tan joven cómo James, tuviera que pasar por esto. La vida era injusta y demasiado cruel, cuando creemos que lo tenemos todo, no tenemos nada.
Síndrome de Brugada era lo que ese chico tan guapo y gentil, padecía. Una enfermedad congénita, la cual, acabó con la vida de su padre.
—Debe haber más opciones —murmuré.
—El desfibrilador de mi padre no le dio mucho tiempo, mi madre amaneció con un esposo muerto —cerré mis ojos con fuerza—. No es que no me importe mi salud, Charlize, pero debo aceptar el futuro que me espera y no quiero ser una carga para nadie.
—Pero puedes tener una vida normal, James, no tienes por qué alejarte de nadie.
—No quiero su compasión.
—Eso es muy inmaduro de tu parte.
—Creo que en mi situación es comprensible.
—¿Desde hace cuánto comenzaron los síntomas?
—Algunos meses atrás.
—Ahora entiendo la actitud de tu madre —lo miré—. No quisiste decírselo para no preocuparla.
—Ya sabíamos que esto pasaría, es decir, pudimos haber tenido la suerte de que no fuera así, pero... —se encogió de hombros.
No sabía mucho sobre el tema, pero por lo que me había contado James, el Síndrome de Brugada no era muy común, la enfermedad congénita podía arrastrar a toda una descendencia de familia como le había pasado a la de él. Su bisabuelo, abuelo, y a su ya mencionado padre, fueron víctimas de esa enfermedad. Ahora estaba él, con un padecimiento en el corazón, raro y silencioso, pero mortal, ya que una simple fiebre podría provocar un paro cardiaco repentino, el cual, si no se atendía a tiempo, te llevaría a la muerte.
—¿Dónde está tu madre? —suspiró.
—Discutimos y le pedí que se marchara, pero apuesto a que debe estar por ahí.
—¿Y por qué se marcharía? Recién se enteró de que su hijo tiene la misma enfermedad que su difunto esposo.
—Es tarde —susurró—. Y ya no quiero hablar más de esto por el momento. ¿Vamos a la cama? —asentí.
También quería lo mismo, esa noche me había dado revelaciones que sinceramente, me hacían sentir cansada y fuera sí. Después de unos minutos, James y yo nos acurrucamos en el centro de la cama, cada uno, sumergido en sus propios pensamientos hasta que miré a mi compañero de cama, entrando en un sueño profundo.
🕜🌚🕝🌚🕞🌚
«¡Al demonio!»
No podía dormir. Habían pasado un par de horas desde que James se había quedado dormido y no dejaba de mirarlo, vigilarlo como si yo fuera un animal carroñero. ¿Qué pasaría si de pronto dejara de respirar? ¿Qué se suponía que debería hacer? Era obvio que llamar a emergencias, pero yo también debía hacer algo mientras llegaban, ¿no?
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Un latido más
RomanceMi hermana me robó a mi prometido, eso era un hecho ... Que ¿cómo me sentí ante todo esto? Creí que lo había perdido todo, todo hasta que lo conocí a él ... el extrovertido chico-tanga-masturbador.