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Elena comía en silencio con pequeños bocados, sabiendo que la observaban. Se sentía extraña, ellos parecían sinceros pero temía que sus intenciones fueran las mismas con la que contaban todos los hombres que ella había conocido. Sentía que podía hablarles de las cosas que había vivido a lo largo de los años pero, aún así, temía como resultarían las cosas.
-Mañana vas a venir a la escuela con nosotros.- dijo Zayn.
Ella tosió ligeramente, atragantándose con el alimento.
-Yo...- empezó pero se avergonzó de lo que diría y, simplemente asintió.
Esa noche lloró mas que cualquier otra, sabía que la vida jamás estaría de su parte.
Por la mañana se puso unos jeans oscuros de tiro alto y una básica blana sobre la que se puso un sweter rayado color violeta. Recogió su cabello en una colita alta y salió al pasillo, donde se topó con Niall que le sonrió. Ambos bajaron y desayunaron antes de salir de la casa junto al moreno.
-¿Por qué tan nerviosa?- preguntó Niall al estacionar en el aparcamiento de la escuela.
-Nunca asistí a la escuela.- admitió ella avergonzada.
-Eso es imposible.- dijo Niall asombrado.
-Recibí educación de las mujeres del servicio, los primeros años pero después se fueron distanciando mas. Pero jamás pisé una escuela.- susurró, se sentía humillada ante su confesión.
Bajaron del auto y Niall le pasó el brazo sobre los hombros.
-Estás con nosotros, vamos a ayudarte en todo lo que necesites.- dijo y le besó la frente.
La chica caminó, guiada por ellos, en silencio.
-Acá son tus primeras horas,- dijo Niall, señalando el salón.- cuando terminen vas al salón del final del pasillo y después de esa clase nos encontramos en la cafetería.
-Está bien.- susurró ella.
Zayn aún la miraba de manera fría. Ambos se alejaron por el pasillo y ella tomó asiento en el lugar. Al principio no hubo problema alguno pero, luego, su banco fue llenándose de pequeñas notitas.
Ella ignoró sus mensajes, sabía que decía allí. Prestó atención y logró comprender varias de las cosas aunque sabía que no serían sencillas.
Todos comenzaron a salir del salón y ella igual. Unos chicos la detuvieron fuera.
-¿Cuánto cobrabas?- preguntó uno.- Es que lo olvidé. Hace tiempo que dejaste de tener a mi padre de cliente.
Todos rieron y los ojos de ella se llenaron de lágrimas.
-Creí que las zorras no lloraban.- dijo otro.
Ella se alejó rápidamente y se metió en el baño de mujeres, encerrándose en un cubículo vacío.
Pasó ahí, llorando, las siguientes horas de clase, no salió para almorzar ni para nada. Solo lloraba en silencio. Porque jamás había sido su intención ser una zorra, porque ellos sabían perfectamente que ella era forzada, porque la habían reconocido y se sentía avergonzada de lo que era, una zorra.
-¿Podrías decirme si está vacío?- exigió una voz grave, fuera del baño.
-No hay nadie.- se quejó la chica.
El moreno la apartó y entró en el baño de mujeres.
-¿Elena?- preguntó y un sollozo escapó de los labios de ella al no poder retenerlo.- Abrime, por favor.
La chica se puso de pie torpemente y abrió la puerta. Él la miró unos largos segundos y luego la abrazó. ¿Por qué era tan complicado todo?¿Por qué las peores cosas le pasaban a las mejores personas?¿Por qué a ella, por qué a su hermanita?

Permiteme quererteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora