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Mi pie tocó el asfalto del suelo al llegar a la casa de los padres de Sebastian. Habíamos venido hasta acá en su camioneta debido a que yo, sin ganas de conducir ayer por la noche, fui a su apartamento sin auto. Al estar finalmente fuera, él me tendió su mano que tomé con mucho gusto. Pude admirar la construcción moderna que estaba frente a mi. La entrada contaba con un jardín pequeño, unas flores muy similares al girasol, pero distintas de alguna manera, daban marco, como si fuera un pasillo que llega hasta la puerta principal de color blanco, Sebastian al notar que mi atención se centró en ellas me dijo que eran grazanias, honestamente, no lo sabía.

Era un conjunto residencial de clase media alta, quizás un poco más, eso era notorio a simple vista, pues las propiedades vecinas no eran menos impresionantes a la que estaba frente a mi. El lugar contaba con dos pisos, las paredes estaban hechas de madera, mezcladas con ventanales inmensos de vidrio, que dejaban ver un poco el interior desde la posición en la que estábamos, todo el sol parecía reflejarse dentro de ella, dando iluminación inmensa que traspasaba el cristal y un color caoba a la restante pared. También podía visualizar una terraza y escuchar voces provenientes desde allí.

—¿Estás nerviosa?—preguntó un poco cauteloso.

Tal vez mi inspección profunda y silenciosa lo hacía pensar eso. Simplemente negué con la cabeza.

—Yo sí—admitió—-. Realmente espero que todo vaya bien.

Parpadeé con gracia y una pequeña sonrisa se extendió sobre mis labios.

—¿Y por qué no sería así? ¿No crees que yo le agrade a tu familia?

Mi pregunta fue en broma, pero también quería saber cuál era su opinión sobre ello. Después de todo, él los conocía bien.

—Oh no—resopló—, me preocupa más que a ti te agraden ellos, pueden ser, no lo sé, demasiado.

Me reí porque Sebastian lucía sinceramente angustiado. Yo no lo estaba, solía ser sociable cuando me lo proponía y puede que sí, me encontrara sólo un poco nerviosa por rodearme de toda su familia, pero confiaba en que sabría manejarlo y ahora no tenía otra opción, después de todo, yo misma lo propuse.

—¿Algún consejo?—pregunté.

Me tomó del rostro con delicadeza, sus manos hermosas y suaves posándose a cada lado de mis mejillas, aplastando unos mechones de cabello con ellas.

—No lo necesitas, eres la mujer más maravillosa que conozco, con eso es más que suficiente.

Mordí mi labio, subiéndome sobre mis pies para darle un pequeño beso en sus labios antes de entrar a su casa y finalmente enfrentar a su familia, pero una de sus manos viajó hasta mi cintura para acercarme más a su cuerpo, profundizando la unión de nuestras bocas, su lengua dándose paso sutil, lo suficiente para estremecerme y hacerme pensar en lo que probablemente estaría sucediendo ahora de no haber venido hasta acá. Incluso una idea y palabras fugaces pasaron por mi mente << ¿Es acaso muy tarde para cancelar e irnos de aquí? >> Sí, definitivamente lo era, sólo por eso razón preferí abstenerme de decirlas.

—Creo que es mejor que entremos—suspiré, poniendo mis manos sobre su pecho, como si aquello me diera fuerzas para separarme.

Era lo más sensato que podíamos hacer ahora y él estuvo de acuerdo. Cualquier miembro de su familia podría salir ahora y vernos, no estaba precisamente alterada por la presentación, pero tampoco quería que fuera lo primero que vieran de mi. No tomé su mano tampoco, simplemente entramos a la casa uno al lado del otro, Sebastian me dijo que todos se encontraban en la terraza, pues era donde preparaban la barbacoa.

AvrilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora