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Despedir a mi madre después de unos días a su lado (muy pocos en mi opinión), me había dejado una sensación de tristeza y vacío en mi corazón. Amaba pasar tiempo con ella, hablar, comer su comida y ahora que no estaba conmigo de nuevo, me parecía que la extrañaba incluso más de lo que pensaba. Compartimos juntas todo el tiempo que pudimos, Roger tuvo que quedarse la mayoría del tiempo en mi apartamento debido a la fractura en su pierna, pero eso no nos detuvo a la hora de salir, ella ya había estado en Seattle, por lo que no estuvimos de lleno en los recorridos turísticos, pero, si lo suficiente como para salir de compras y compartir muchos café y dulces tradicionales de la ciudad.

Ahora, sólo una semana después de haberla despedido a ella y Roger en el aeropuerto, también lo hacía con Sebastian. Sería sólo por unas pocas horas, pues debía ir a Olympia por negocios, pero estaría de vuelta para la noche, pues también tendría reuniones que atender mañana.

—Te voy a extrañar—dije, cuando anunciaron su vuelo y finalmente tenía que abordar.

—Eres una mujer muy romántica, ¿Te lo habían dicho?—sonrió, pasando un mechón de cabello detrás de mi oreja.

Sonreí con algo de vergüenza.

—Deja de molestarme.

—Bien—asintió—. Yo también te voy a extrañar—dio un casto beso en mis labios—, y voy a demostrar lo mucho que te voy a echar de menos cuando llegue.

—¿Oh si? Muy bien, porque después de este viaje necesito que llegues y tu atención esté puesta sólo en mi. Me consientas y me ames mucho.

—Puedes apostar por ello—llevó su frente a la mía—, pero de amarte, te amo todo el tiempo.

Se escuchó el anuncio del vuelo nuevamente y sin más remedio, le di un último beso antes de que finalmente se marchara. Dio una mirada hacia mi antes de que llegara a la esquina de un pasillo, y con una última despedida de mi mano, lo ví desparecer a través de el.

Inmediatamente después de allí, conduje hasta la locación en la que sería la próxima sesión de fotos, se haría en el parque Kerry y no podía dejar de acordarme de que la primera vez que vine aquí fue con Sebastian, en nuestra primera cita. Pero ahora, no se trataba de eso. Los protagonistas del día serían unos pequeños entre cinco y ocho años, que formarían parte de una campaña publicitaria de una tienda de ropas reconocida en todo el país, era bastante trabajo, por lo que Aaron sería mi acompañante el día de hoy, ambos habíamos preparado junto a los encargados de la firma de formar la idea completa de lo que queríamos crear.

El lugar estaba repleto de persona, ya que como dije, se trataba de algo grande y el trabajar con menores de edad, sobretodo si se trataba de niños, debía tener sus precauciones. El parque por supuesto se encontraba cerrado, pero tener la máxima seguridad siempre era importante. Al bajarme del auto pude visualizar todo el panorama e inmediatamente sentí la inspiración llegar a mi, las fotografías que podíamos hacer seguramente con toda la escenografía mostrada, los colores de los globos, la cantidad de pequeños vestidos en ropa encantadora, el clima, serían hermosas. Todo se prestaba para que pudiéramos dar lo mejor de nosotros.

—Buenos días, encanto—dijo Aaron, cuando llegué al área de fotografía.

Le sonreí y respondí de manera agradable. Saludé a las demás personas que estaban alrededor de forma general y empezamos a discutir sobre los niveles que usaríamos, las horas que estaríamos y todo el proceso que de llevaría durante el día. Yo estaba acostumbrada a la presión de trabajar durante horas en locaciones amplias, incluso si me encontraba un poco oxidada, aún tenía mi toque.

—¿Crees que debamos pedirle un aumento a Amy?—preguntó Aaron luego de que estuviésemos unas cuantas horas aquí—. Me refiero, este sol está implacable, odio el verano.

AvrilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora