25

204 14 33
                                    

Me quedo inmóvil con el teléfono celular en mis manos, releyendo en mi mente las palabras escritas de la foto mostrada en la pantalla, al pasar los segundos se oscureció, dejándome ver mi reflejo en el. Lo dejé a un lado, colocándolo encima de la mesa, el sonido de aquella pequeña acción llenó el silencio sepulcral.

Subí mi cabeza, ambos hombres tenían su mirada puesta en mi, a la espera de... No sé de qué. Cualquier muestra de emoción, supongo, que sorprendiéndome incluso a mí misma, fue la más inesperada, pues una risita, como si resoplara, salió de mi boca, la cubrí, llevando mis manos hasta ella, con la esperanza de que no se hiciera más grande, o de alguna manera, inapropiada, pero se hizo imposible controlarla, pues una catarata de carcajadas empezaron a escaparse sin oportunidad de ser detenidas. Sentía lágrimas llegando a mis ojos de la histeria y el estómago empezaba a dolerme ante la risotada.

Los ojos de Josh y Sebastian se encuentran llenos de confusión, viéndome reír sin parar, hasta que mi cuerpo no pudo soportarlo más y empezaron a disminuir gradualmente.

—Oh Dios—suspiré, soltando las carcajadas finales, al mismo tiempo en que me levantaba del sillón, pasando mi mano a través de mi estómago que se sintió acalambrado por el arrebato—. Es increíble como este hijo de puta, aún estando muerto, quiere hacerme sentir culpable fingiendo ser la víctima. Increíble-alcé mis manos al aire, tal como cuando un pastor predica.

—Hmm, ¿Quieres algo de agua?—preguntó Josh, como si no supiera qué decir.

Si estuviera viéndome desde afuera, tal como lo están haciendo mi novio y mi abogado, podría pensar en que la carta, la noticia, su muerte, me estaba desequilibrando, pero yo me sentía más cuerda que nunca. No dejaba de estar sorprendida, pero no significa que aquello me confunda.

—No, no quiero agua, ¿Sabes qué quería?—pregunté, no dejando oportunidad entre palabras de que hubiese una respuesta—, quería que él pagara en la cárcel todo lo que me hizo, pero por supuesto que Adam jamás permitiría eso, así que como el maldito psicópata que es, dijo "oh, ¿Cómo podría yo desaprovechar la oportunidad de tratar de manipular a Avril una vez más?" Y he aquí la última estocada, el abuso final, hacerme culpable de su muerte.

No existe otra explicación en el mundo para ello, él pretendía dejarme con un sufrimiento, culpa eterna. Adam estaba muy consciente que desde la prisión ya no podía intimidarme con golpes o amenazas, tampoco con amor, pues pudo darse cuenta de que ya no lo amo, así que ese naipe tampoco estaba en el juego, quedaba lo único que remotamente podía hacer flaquear o romper, mi humanidad. Era un hombre tan enfermo, que prefería morir, por supuesto en sus propias manos, con el único fin de lastimarme, dejando una carta donde hace parecer que fue el hombre bueno, de una historia mal contada.

—Estoy feliz de que lo hayas notado, no sabía cómo podrías reaccionar—dijo Josh, levantándose del sofá también, Sebastian tuvo la misma reacción, pero él permanecía en silencio—. Sin embargo, hay otra razón por la cuál estoy aquí.

Le pregunté cuál era el motivo. Sí parecía muy urgido por venir a verme y hablar en persona, así que no estaba segura si se trataba sólo de mostrarme la carta, pues también podría haberla enviado.

—¿Adam tiene familia? Me refiero, madre o padre, hermanos, algún tío, o persona que esté en la foto.

No entiendo porqué aquello podría ser importante, o que tuviera que ver conmigo, pues incluso sí debían dejarles saber, eso hace mucho dejó de ser mi problema.

Asentí.

—Tiene padres, al menos cuando estuvimos casados los tenía, el nunca habló mucho de su familia, de hecho no tenía comunicación con su mamá o papá—pasé una mano a través de mi frente. Recordando todo lo estuviese en mi memoria sobre ellos—. Yo le pregunté en algunas ocasiones, sé que vivían en campo, cerca de Carolina del Norte, pero como estoy diciendo, no sé demasiado y poco antes de nuestra boda, le pregunté si no quería llamarlos para invitarlos y dejó más que claro que era un tema del que no podía hablarse. Él parecía odiarlos.

AvrilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora