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Las luces fluorescentes lastiman mis ojos. Espero sentada en aquella pequeña oficina del director del precinto, a la que me hicieron pasar. Es de un tamaño reducido, me hace sentir como si me faltara un poco el aire, o el polvo se atorara en mi garganta. Un escritorio blanco con ciertas grietas, dándole un aire de ser viejo, abarca casi todo el lugar, sillas desgastadas, una biblioteca que en realidad no contaba con libros, sino fotografías que parecían ser de los años transcurridos en la prisión, desde blanco y negro, hasta pasar al color. Estaba esperando por mi abogado, Josh Clark, lo recomendó el novio de Cristal, diciendo que era uno de los mejores en esta clase de casos, luego de hacer mis propias investigaciones online y hablar personalmente con él, estuve de acuerdo.

A pesar de que no habían pasado más de tres semanas de mi rescate, y sólo dos de que me reuní por primera vez con él, me presentó un primer caso que luce bastante sólido. Es astuto, inteligente y no está dejando a Adam una fácil solución, pues le pedí estrictamente que pudiéramos bloquear cualquier fallo que pueda presentar, de ser posible.

Cuando le expresé mis deseos de verlo antes de que ocurriera el juicio, mientras aún lo mantenían en custodia, dijo que no era del todo imposible, pero debíamos hacerlo de manera no oficial, para evitar ciertos mal entendidos. No parecía estar del todo de acuerdo con ello, pero al menos no me lo prohibió, aclarando que si yo me encontraba lo suficientemente estable para poder hacerlo, él lo arreglaría. Y así lo hizo.

La opinión de Aretha, eso fue otra cosa. Me llamó loca en más de un idioma, y si algo podía confirmar su descontento con esa decisión, fue el gritarme en griego, eso sucede únicamente cuando se encuentra extremadamente enfadada. Lloró, preguntándome una y otra vez la razón por la cuál quería verlo. Y sólo en ese momento, viendo a mi madre sufrir por ello, fue que realmente lo supe: estaba cansada de huir. De dejarlo lastimarme y lastimar a las personas que amo, las palabras que alguna vez la Dra. Canne me dijo, retumbaron en mi cabeza "¿No crees que tú abusador aún cumple un papel importante en tus decisiones? Aunque él ya no esté presente" e incluso si lo negué muchas veces, ella estaba en lo correcto.

Sebastian deslizó su mano a través de mi muslo hasta llegar a mi rodilla, queriendo parar el movimiento rítmico e incontrolable que lleva mi pierna, y ni yo misma había notado. Me dio una de aquellas de sus sonrisas tranquilizadoras, susurrando que todo estaría bien.

—Lo sé—asentí, pero mi voz no sonaba tan convencida como pretendía que lo hiciera.

Mi abogado finalmente cruzó por la puerta, junto al director de la cárcel. Sebastian y yo nos levantamos de las sillas. Yendo directo al grano.

—Ya puedes pasar, vas a estar en una sala divida, no tendrás ningún contacto con él. Puedes salir en cualquier momento que lo desees y habrá un guardia de seguridad tanto en su lado, como el tuyo, para mayor protección, ¿Está bien?—estuve de acuerdo—. Avril, no puedes alterarte, no puedes hacer nada que te ponga en evidencia, que demuestre alguna debilidad, es importante que no crea que te tiene ventaja.

—¿Y acaso la tiene?—esta vez pregunté, con un toque de cuestionamiento en mi voz.

—Es poco probable, pero en estos casos, todo puede ser posible, incluso que él te llegue a intimidar. Después de todo, hay una historia.

—Eso no va a suceder, no lo permitiré—dije tajante. Mi abogado asintió. Creyendo en mis palabras.

Que el realmente confíe en mi, y nuestro caso, hace que yo también lo haga.

—¿Estás segura de esto? Aún puedes no hacerlo—Sebastian se dirigió a mi, sus cejas se juntaron. Está preocupado, aunque no me lo dice, yo lo sé.

—Así es, estás a tiempo-Josh estuvo de acuerdo.

—Lo haré, esto es importante para mí.

Ninguno de los dos hizo alguna otra objeción, salí de la habitación junto al director y Josh, Sebastian se quedó en aquella oficina para esperar por mi. En el pasillo aguardaba por nosotros un oficial de policía, alto, delgado, pero fuerte, algo canoso, con una expresión dura, mandíbula apretada, no dijo una palabra o gesto, simplemente caminó a nuestro lado.

AvrilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora