d i e c i o c h o

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—¿Ana?— Digo llamando a la puerta de su habitación.

Está dormida boca abajo en su cama, tiene la nariz llena de mocos y los ojos hinchados, seguro que se ha dormido mientras lloraba.

Observo la estantería vacía en la que estaba su colección de muñecas.

Cuando estoy a punto de irme veo como abre los ojos y me mira confundida.

—¿Estás bien?— Digo agachándome en frente de su cama.

Ella solo asiente con la cabeza y se sienta en la cama.

—No te enfades con tu padre, él solo quiere lo mejor para ti—

—Pero es que no me gusta el puré, le sale asqueroso—

Me río interiormente ante el último comentario.

—Me dijiste que de mayor querías ser como tu Barbie doctora, ¿verdad?—

Ana asiente con la cabeza y mira la estantería de sus muñecas vacía.

—Pues para llegar a ser como ella primero tienes que crecer mucho, y si comer todos los días macarrones con queso no crecerás—

—¿Ah no?—

—No, tu cuerpo necesita verduras para poder desarrollar tus huesos y tus músculos y...— La miro mientras me mira confundida y comprendo que son cosas algo complicadas para explicarle a una niña.

—Además, ¿no tienes hambre?—

Ana asiente de nuevo y nos levantamos para dirigirnos al comedor.

—Pero, ¿lo puedes licuar un poco?, eso todavía tiene grumos— Dice mirando el puré con asco.

—Claro— Digo buscando la batidora.

Antes de comer le limpio los mocos y me siento a su lado.

Le doy la cuchara para que ella misma empiece a comer y me mira sorprendida.

—No está tan mal—

—Claro que no— Digo divertida.

—Y por cierto, pídele perdón a papá cuando termine de trabajar, lo que le has dicho está muy feo— Digo en voz baja.

Ana asiente con la cabeza y sigue comiendo.

Llamo a la puerta del despacho de Ryan y este me mira confundido.

—Quiero que veas algo— Digo haciéndole un gesto hacia la puerta.

Nos asomamos a la puerta de la cocina y abre mucho los ojos cuando ve a Ana terminándose el plato de puré.

—Tienes que quitarle los grumos a puré— Digo en voz baja.

—¿No le gusta con grumos?—

—¿No lo sabes?, es tu hija—

Cuando Ana se termina todo el plato entramos en la cocina y Ryan le acaricia el pelo.

—Muy bien princesa—

—Papá...—

—Dime—

—Siento mucho lo que te dije antes, no te odio— Dice Ana nerviosa.

—Ya lo sé— Ryan le da un abrazo.

—No estés triste— Dice poniendo ambas manos en las mejillas de Ryan.

—Ana no estoy triste, sé que no me odias— Abraza a Ana de nuevo.

Ryan recoge el plato de Ana y lo pone en el lavavajillas.

Eleven (Serendipia III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora